Dice el presidente de la Suprema Corte de Justicia que los problemas del sistema judicial, son causados por el sueldo bajo que reciben sus empleados.
De ser así, y no tengo por qué dudarlo, estamos en manos de un mayúsculo escándalo de corrupción del cual Mariano Germán, ojalá que, por omisión, también es culpable.
La cantidad de faltas cometidas por jueces acomodaticios, algunos que miran hacia el otro lado, otros que se hacen los chivos locos, no las brinca ni el mejor campeón olímpico de salto con pértiga.
La montaña de podredumbre no se resuelve con medias tintas ni con la continuación de politiqueros y aspirantes a hacer carrera en el $ervicio judicial mediante la complacencia, la devolución de favores económicos, la aplicación acomodaticia de la Constitución, las leyes y los reglamentos, por ahí anda una de las causas de las innumerables fallas.
Tengo más de un caso que me ha servido de amarga experiencia en mi relación personal o familiar con el sistema judicial:
Mientras ocupaba la Presidencia del Consejo Nacional de Drogas (2001-2004) detectamos que una jueza permitía que se cambiara la calificación de personas capturadas con una cantidad y un tipo de drogas, para que las personas fueran juzgadas como si se tratara de un delito menor.
Le llevé un expediente completo y detallado a la Suprema Corte de Justicia para que investigara y sancionara a la jueza, dados los documentos, oficiales e irrefutables, que demostraban la extraña e “inteligente” actitud de esa funcionaria que acotejaba a priori los documentos.
Poco después, recibí un oficio de la Suprema, sin que lo acompañara el resultado de una investigación, que demostraba que la gestión del tribunal superior se había limitado a enviar a la propia jueza el expediente “para su conocimiento y opinión” como rezaba el oficio del magistrado presidente de la Suprema. En la respuesta de la jueza se leía, entre líneas, un insulto a la honestidad de mi madre.
Otra práctica que se estilaba era de permitir, aunque no fuera legal, que jóvenes hijos de familias pudiente$, fueran enviados “a recibir tratamiento” en el extranjero. Por supuesto que regresaban mucho después de que se hubiera olvidado el asunto.
El caso que afecta a mi prima y comadre Nancy Suazo Gautreaux hace rato que pasó la raya de un cuento de horror: durante más de 20 años reclama que una compañía extranjera le pague, por entregas millonarias de ropa confeccionada por su empresa.
El asunto lo han reenviado de uno a otro tribunal en una evidente complicidad con una de las partes y ahora sale Mariano Germán con que lo que falta es que se les pague mejor a los jueces. ¡Pero bueno!
Entonces la justicia no es cuestión de ñeñeñé, es cuestión de papeletas.