Brad Beaven, profesor de historia social y cultural de la Universidad de Portsmouth, narra para la BBC como el sábado y el domingo se convirtieron en «fin de semana».
La idea de reducir la semana laboral de un promedio de cinco días a cuatro está ganando terreno en el mundo.
Las empresas y los políticos han estado considerando un cambio hacia menos horas dedicadas al trabajo, aunque más productivas. Sin embargo, la idea también ha sido ridiculizada.
Como historiador del ocio, me parece que hay una serie de paralelismos entre los debates de hoy y los que tuvieron lugar en el siglo XIX, cuando el fin de semana, como lo conocemos en la actualidad, se introdujo por primera vez.
Tener sábados y domingos fuera del trabajo es en realidad un fenómeno relativamente moderno.
La práctica del «Lunes Santo»imitaba las fiestas religiosas para brindar a los trabajadores un descanso prolongado cada semana.
A lo largo del siglo XIX, las leyes redujeron las horas de trabajo en las fábricas e introdujeron descansos regulares.
Pero el fin de semana no surgió simplemente a raíz de una legislación gubernamental, sino que fue moldeado por una combinación de campañas.
Algunas fueron liderados por movimientos de vacaciones de medio día, otros por sindicatos, empresas comerciales de ocio y los propios empleadores.
La creación del fin de semana en Gran Bretaña fue un asunto gradual e incluso desigual, que tuvo que superar las tradiciones populares no oficiales que caracterizaron la semana laboral durante el siglo XIX.
El «Lunes Santo»
Durante gran parte del siglo XIX, por ejemplo, los artesanos calificados adoptaron sus propios ritmos de trabajo, ya que a menudo contrataban espacios para talleres y eran responsables de producir artículos para sus compradores semanalmente.
Esto dio lugar a la práctica del «Lunes Santo». Si bien imitaba las fiestas religiosas, en realidad era una costumbre completamente secular, promovida por los trabajadores para tener un descanso prolongado en la semana laboral.
Tradicionalmente trabajaban intensamente a partir del martes para terminar los productos el sábado por la noche para poder disfrutar el domingo como feriado legítimo. Pero también se tomaron los lunes libres para recuperarse del sábado por la noche y los excesos del día anterior.
A mediados del siglo XIX, el Lunes Santo era una institución popular en la sociedad británica. Tanto así que el ocio comercial -como salas de música, teatros y salones de canto- organizó eventos en estas vacaciones no oficiales para aprovechar la oportunidad.
Inicialmente, las fábricas también adoptaron la tradición del Lunes Santo, a pesar de que los fabricantes se opusieron constantemente a la práctica, ya que perjudicaba la productividad.
Pero los trabajadores tenían una devoción religiosa a esa festividad no oficial, lo que dificultaba que se rompiera el hábito. Así fue como continuó prosperando en las décadas de 1870 y 1880.
No obstante, los organismos religiosos y los sindicatos estaban dispuestos a introducir unas vacaciones más formales en la semana laboral.
Las autoridades religiosas argumentaban que un descanso el sábado mejoraría la «cultura mental y moral» de la clase trabajadora.
Por ejemplo, en 1862 el reverendo George Heaviside registró el tono optimista de muchos líderes religiosos cuando, escribiendo en el periódico Coventry Herald, afirmó que un fin de semana permitiría buenas condiciones para una fuerza laboral renovada y una mayor asistencia a la iglesia los domingos.
Los sindicatos, mientras tanto, querían asegurar un descanso más formalizado en la semana laboral que no dependiera de la costumbre.
De hecho, la creación del fin de semana todavía se cita como un logro en la historia de los sindicatos.
Una fuerza laboral sobria
En 1842 se formó un grupo de campaña llamado Asociación de Cierre Temprano. Presionó al gobierno para mantener el sábado por la tarde libre para el ocio de los trabajadores a cambio de un día completo de trabajo el lunes.
La asociación estableció sucursales en ciudades manufactureras clave y sus miembros provenían de las élites civiles locales, los fabricantes y el clero.
Se alentó a los empleadores a establecer sábados de medio día, ya que la Asociación de Cierre Temprano argumentó que fomentaría una fuerza laboral sobria y trabajadora.
Los grupos de abstinencia de los sindicatos también vieron el sábado de medio día como un vehículo para avanzar en la respetabilidad de la clase trabajadora.
Se esperaba que rehuyeran la embriaguez y los deportes brutales como las peleas de gallos, que tradicionalmente se habían asociado con el Lunes Santo.
Para estos activistas, el sábado por la tarde fue señalado como el día en que las clases trabajadoras podían disfrutar de «recreación racional», una forma de ocio diseñada para evitar el desarrollo de malos hábitos e incentivar el desarrollo de actividades educativas y elevadoras.
Por ejemplo, en Birmingham durante la década de 1850, la asociación escribió en el periódico Daily News que los sábados por la tarde beneficiarían a hombres y mujeres. Había recomendaciones como la siguiente:
«Haga un viaje al campo o, aquellos que se deleitan en la jardinería o cualquier otra actividad que requiera luz del día, podrían emplear su medio sábado de manera útil en vez de trabajar, o podrían emplear su tiempo en mejoras mentales o físicas».
Oportunidad de negocios
En todo el país, una floreciente industria del ocio vio el nuevo medio día del sábado como una oportunidad de negocio.
Los operadores de trenes acogieron la idea, cobrando tarifas reducidas para los excursionistas al campo los sábados por la tarde.
Con un número creciente de empleadores que adoptaban la idea del medio día, los teatros y las salas de música también cambiaron su entretenimiento estelar de lunes a sábado por la tarde.
Quizás la actividad de ocio más influyente para ayudar a forjar la semana moderna fue la decisión de organizar partidos de fútbol el sábado por la tarde.
La «locura del fútbol», como se la llamó, despegó en la década de 1890, justo cuando la nueva semana laboral comenzaba a tomar forma.
Por lo tanto, los sábados por la tarde se convirtieron en unas vacaciones muy atractivas para los trabajadores, ya que facilitaban las excursiones más baratas y las nuevas formas de ocio.
La adopción del fin de semana moderno no fue ni rápida ni uniforme, ya que, en última instancia, la decisión de una fábrica de dejar libre la mitad del sábado recaía en el empresario.
Las campañas para un fin de semana establecido habían comenzado en la década de 1840, pero no logró una adopción generalizada hasta 50 años más tarde.
A fines del siglo XIX, hubo un fuerte impulso para marcar el sábado por la tarde y el domingo como fin de semana.
Si bien tenían sus diferentes razones, los empleadores, los grupos religiosos, el ocio comercial y los trabajadores vieron el sábado por la tarde como un descanso ventajoso en la semana laboral.
Esto sentó las bases para el fin de semana completo de 48 horas como lo conocemos ahora, aunque esta práctica solo se estableció en la década de 1930.
Una vez más, el fin de semana fue aceptado por los empleadores al descubrir que el descanso completo del sábado y domingo reducía el ausentismo y mejoraba la eficiencia.