El Día Mundial de la Salud se celebra el siete de abril de cada año en conmemoración del aniversario de la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1948.
«Todos los años se elige un tema relacionado con un área prioritaria de la salud pública. El día brinda a todas las personas la oportunidad de participar en actividades que pueden mejorar la salud», afirma la OMS en un artículo donde explica el origen de esta fecha.
Sin embargo, esta conmemoración que permite recordar la importancia de mantener un buen estado de salud, no ha sido suficiente para que los niños, niñas y adolescentes de República Dominicana tengan garantizado este derecho.
«Aún existen grandes brechas en el sistema nacional de salud en cuanto al acceso y la calidad de los servicios para las familias dominicanas lo que deriva en que a los niños, niñas y adolescentes del país le sea vulnerado este derecho», considera la experta en salud de la organización Plan Internacional, Carmen Piña.
Cita informe. Afirma que de acuerdo con el “Informe diagnóstico de la atención integral a la primera infancia”, en la República Dominicana, existe una relación directa entre las enfermedades infantiles, la carencia de servicios sanitarios y la falta de acceso a agua potable y el impacto negativo en la sobrevivencia infantil.
No obstante, hay una investigación nacional que va más allá y establece otros datos, aún más profundos, que podrían clarificar mejor la situación de los niños, niñas y adolescentes y su el nivel de importancia que tiene el mejorar sus condiciones de vida, incluida su salud.
De acuerdo al informe “La inversión pública destinada a la niñez en la República Dominicana”, presentado el pasado mes de febrero por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en el país se ha incrementado la inversión en esta población, por lo que se podría decir que ha trabajado para mejorar sus condiciones de salud.
En el documento que evalúa la inversión hecha en los niños, niñas y adolescentes en los años 2010, 2011, 2012 y 2013, se precisa que solo en el 2013 el gasto social orientado a la niñez en el país alcanzó un monto ascendente a los RD$90 mil millones, equivalente al 3.6% del Producto Interno Bruto (PIB).
Inversión podría garantizar mejores condiciones. Ante estas revelaciones, la representante de UNICEF en el país, María Jesús Conde, dice que la referida inversión abre el camino para que los niños y niñas tengan una vida con mejor salud, mejores cuidados, mejor desempeño mental y físico.
En ese sentido, la Convención de los Derechos de la Niñez, acuerdo ratificado por el Estado dominicano en 1991, dos años después de su entrada en vigor, establece en su artículo 24 que los Estados partes reconocen el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud.
«Los Estados partes se esforzarán por asegurar que ningún niño sea privado de su derecho al disfrute de esos servicios sanitarios», agrega antes de precisar que se debe asegurar la plena aplicación de este derecho y, en particular, adoptar las medidas apropiadas para reducir la mortalidad infantil y en la niñez, disposición a la que se le ha dado importancia este año, con la declaración del 2015, como Año de la Atención Integral a la Primera Infancia, población sumamente vulnerable.
Falta por hacer. Sin embargo, estos avances no han sido suficientes para que «Princesa», una niña de solo cinco años, residente en Sabana Perdida, pueda ejercer plenamente el derecho a atenciones de salud de calidad como establece el artículo 61 de la Constitución de la República.
De acuerdo a la Carta Magna «Toda persona tiene derecho a la salud integral. En consecuencia: El Estado debe velar por la protección de la salud de todas las personas, el acceso al agua potable, el mejoramiento de la alimentación, de los servicios sanitarios, las condiciones higiénicas, el saneamiento ambiental, así como procurar los medios para la prevención y tratamiento de todas las enfermedades, asegurando el acceso a medicamentos de calidad y dando asistencia médica y hospitalaria gratuita a quienes la requieran».
Mientras que en la ley 136-93, conocida como el Código del Menor, específicamente su artículo 28, dicta que todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho, desde su nacimiento, a disfrutar del nivel más alto posible de salud física y mental.
Agrega también que el Estado, mediante la implementación de políticas públicas efectivas, garantizará a todos los niños, niñas y adolescentes, desde su nacimiento hasta los dieciocho años cumplidos, acceso universal e igualitario a planes, programas y servicios de prevención, promoción, protección, tratamiento y rehabilitación de la salud.
«Asimismo, debe asegurarles posibilidades de acceso a servicios médicos y odontológicos periódicos, gratuitos y de la más alta calidad», indica.
No es el caso. «Princesa», hija de «Rosa», una joven de 20 años que quedó embarazada de su novio, cuando aún era una adolescente, ha visto transcurrir los primeros años de su vida, sin haber visitado un médico pediatra de manera regular, y sin poseer un seguro médico que le garantice, por lo menos, asistir a un centro de salud sin que la falta de dinero marque su visita y le recuerde que el acceso a medicamentos de calidad dependerá de cuánto su familia pueda pagar por ellos.
Pero «Princesa» no es la única infante en esta situación. De acuerdo con el Análisis de Situación de la Niñez 2012, estudio que presenta un panorama de los avances que República Dominicana ha realizado en los últimos diez años y de los retos que todavía persisten para que la universalidad de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, para diciembre de ese año solo el 35%57 de las personas afiliadas al Sistema de Seguridad Social en salud, eran menores de 19 años de edad. Cifra donde «Princesa» no está incluida, por varias razones, entre ellas que su progenitora es madre soltera, aún es estudiante y no posee un empleo.
La misma investigación se explica que en el país no se cuenta con estudios que evalúen sistemáticamente el impacto de la entrada en vigor del sistema de seguridad social en la salud y en el bienestar de la población infantil. Sin embargo, es evidente que se trata de un sistema de amplia cobertura y que, en el caso del régimen subsidiado, que busca proteger a la población en pobreza moderada o extrema, pudiera estar cubriendo a más de 700 mil (un 40%), niños, niñas y adolescentes en esa condición.
«Cuando mi hija se aprieta del pecho de madrugada tengo que ir hasta la maternidad porque no tiene seguro», manifiesta «Rosa» tras asegurar que ha sido difícil sacar adelante a «Princesa», luego de que varios meses después de haber nacido, su «marido» decidiera irse de la casa de sus padres, donde residían por carecer de los recursos económicos necesarios para mudarse a otro lugar.
Esta madre dice que solo espera poder brindarle a su hija, un mejor estilo de vida que el que tuvo y dice que para ello necesita que su unigénita cuente con un seguro médico que le garantice poder atenderse en un «buen» centro de salud.
Le falta seguro. Agrega que por la falta de seguro, «Princesa» asiste a un pediatra que labora en la policlínica de Sábana Perdida, donde por 30 pesos puede acceder a la consulta con el especialista, quien le ha diagnosticado a la infante estrabismo y amigdalitis aguda.
«La bebé también se aprieta del pecho», afirma antes de lamentar que muchas veces no tiene el dinero necesario para comprar Benzetacil, medicamento que cada dos meses se le debe suministrar a la niña para evitar que la amigdalitis se le complique.
A pesar de estas limitaciones, «Princesa» es una niña fuerte, y con orgullo, «Rosa» puntualiza que gracias a sus cuidados nunca «ha salido con anemia».
«Siempre me ha hecho falta el seguro médico de mi hija», sostiene la joven madre, luego de explicar que en múltiples ocasiones «Princesa» ha durado hasta tres días con fiebre, por no tener el dinero para comprar la Benzetacil que le han indicado para tratar su recurrente infección de amígdalas.
Aunque reconoce que cada vez que acude a la Maternidad San Lorenzo de Los Mina se le ha brindado un buen servicio, critica que «nunca hay de nada» para atender a los pacientes.
«Si tuviera seguro no fuera a la maternidad, porque hay que coger mucha lucha y comprar los medicamentos», insiste «Rosa» tras precisar que la falta de seguro es lo único que le ata a los centros de salud públicos.
Entre las razones que cita para justificar su predilección por la atención en centros de salud privados, dice que cerca de su casa hay una clínica donde podría llevar a su hija cuando «se pone mala» de madrugada al apretarse del pecho.
«Salir con «Princesa» de madrugada, sin dinero y a pie, es muy difícil», indica «Rosa», quien explica que al contar con un seguro no tendría que preocuparse por determinar a qué centro de salud puede llevar a su hija, debido a que no cuenta con ayuda en el cuidado de la infante, ya que su ex pareja no colabora en la manutención de la niña luego de haberse ido de la casa. Situación que se enmarca dentro de los porcentajes establecidos por el Análisis de Situación de la Niñez 2012 que establece que casi el 20% de la niñez menor de 15 años de edad vive sin sus padres.
Espera ayuda. Al ser cuestionada acerca de cómo cree podría mejorar su situación, se refiere a la Tarjeta Solidaridad (TS), un instrumento que valida al portador(a) como beneficiario(a) de la Red de Protección Social que es otorgada por el Gobierno dominicano a familias pobres que son identificadas por el Censo del Sistema Único de Beneficiarios (SIUBEN).
Afirma que con la tarjeta podría brindarle un mejor estilo de vida a «Princesa», porque además de los diferentes subsidios que contempla, garantizaría el seguro médico que tanto anhela para su hija.
Sin embargo, «Rosa» no cumple con varios de los requisitos que se necesitan para ser beneficiario o beneficiaria de este programa gubernamental, debido a que para calificar y obtener la tarjeta se necesita ser jefe o jefa de hogar, y en casa de «Rosa» figura como jefa es su abuela, quien inscribió como beneficiarios del seguro médico a su hija y otros dos nietos, con quienes completó el número de miembros habilitados para ser incluidos en el programa. Razón que impidió a «Princesa», lograr tener el seguro médico subsidiado por el Gobierno, mientras espera que estar afectada por alguna condición de salud no sea un «dolor de cabeza» para su familia, sobre todo para su madre.
«Todavía tenemos muchos temas pendientes para asegurar la salud de los niños y niñas del país», asegura al conocer de este caso la doctora Liliam Fondeur, directora de la Dirección General de Materno Infantil y Adolescentes (DIGEMIA) del Ministerio de Salud Pública.
Precisiones. Para Fondeur el Día Mundial de la Salud encuentra al país con una alta tasa de mortalidad infantil, establecida en 21 por cada mil nacidos, y además con niños y niñas, hijos e hijas de adolescentes que no han dado prioridad a tener una alimentación sana, por lo que también hay muchos infantes afectados por la desnutrición.
«La desnutrición de la madre durante embarazo repercute en la salud de recién nacido», asegura Fondeur, quien explica que desde el órgano de salud que dirige se trabaja en lograr los niños, niñas y adolescentes de República Dominicana tengan acceso a una atención en salud de calidad humanizada y gratuita, con lo que tener o no un seguro médico no haría diferencia para «Princesa» al momento de asistir a un centro de salud.
No obstante, Fondeur manifiesta que la atención médica por sí sola no garantiza que la niñez dominicana goce de un buen estado de salud. Dice hace falta garantizar mayor inserción escolar de los niños, niñas y adolescentes, así como brindarles espacios adecuados para la sana diversión y una alimentación de calidad que les permita desarrollar todo su potencial físico y mental.
Video: Inocuidad de los alimentos
Video cortesía de la OMS.
«Debemos asegurar la no enfermedad de los niños y niñas», afirma la doctora tras reiterar que la niñez necesita espacios seguros para jugar «porque el juego es su trabajo».
Prevención. Agrega que la diversión sana, asistir a la escuela, donde aprenden hábitos saludables, y compartir con sus compañeros de aula, permite que los niños y niñas sean personas más sanas, ya que estas actividades forman parte de la prevención de enfermedades y propician el desarrollo psíquico de los infantes.
Esa oportunidad si tiene «Princesa», quien desde el pasado año escolar asiste a un centro educativo, donde ha aprendido a lavarse las manos con frecuencia, no tomar alimentos del piso, así como otras normas conductuales que Fondeur señala como necesarias para que los niños y niñas contribuyan en la preservación de su salud. Ahora solo hay que esperar que las políticas públicas pueden ampliarse hasta conseguir que infantes como ella pueden tener mejores condiciones de vida y de salud que le garanticen ser seres humanos plenos de manera física y mental.