Píndaro ha caído en un sueño profundo… En medio de su descanso y, sin darse cuenta, traspasa las puertas hacia una nueva dimensión… “¡Qué alegría!” –expresa eufórico entre sueño-… Está justo en un pueblito de unos 8,500 habitantes con incidencia en acoger refugiados alemanes… Es Wriezen, ubicado entre Polonia y Alemania… Curioseando entre sus callejuelas, encuentra a Heinrich Knupper y Gertrud Geckler, padres de un talentoso alemán a quien –sin darse cuenta- está casi por conocer….
Como por arte de magia, Píndaro se envuelve de nuevo en el tiempo y tiene la gran oportunidad de poder observar, desde el firmamento, la trayectoria de un gran hombre que, desafortunadamente, acaba de pasar a una vida mejor….
De pronto, junto a él se encuentra un ángel protector que, mientras se mantienen al vuelo, pasa a narrarle las experiencias más enriquecedoras de esa persona que está siendo observada… “Ese es Otto” –le dice-… “En su afán por encontrar nuevos horizontes, en el 1962 se aventuró y emigró en un viaje de tres años al Caribe… Se abrió camino como vendedor, distribuyendo abonos químicos, maquinarias, piezas importadas de Alemania y tintas para pieles. De su primer salario de 250.00 pesos, ahorraba 100 y, del resto, pagaba 70 mensuales a una Pensión de Doña Luz y Doña Nidia en el centro de Santiago, y gastaba 6 pesos para el lavado y planchado de su ropa”.
“En el negocio de su vecino comercial, encontró a quien por el resto de su vida fue su más cercano, fiel amigo, socio: Freddy Bruhn, quien, coincidencialmente, poco tiempo antes había emprendido similar derrotero y se desempeñaba en gestiones similares de ventas. Ambos residían en la misma pensión y, diariamente, compartían sus experiencias y ‘los trucos de ventas’ para salir a camino en el país”.
“Poco tiempo después, afianza sus lazos en el Cibao al conocer a Eunice Rodríguez, joven montecristeña cuya familia le recibe como se merecía…. Tan sólo seis meses después, Otto recibió el permiso de Juan Isidro Rodríguez (Miguigo) –padre de Eunice- y contrae matrimonio. Ambos, deciden entonces visitar al resto de sus familiares y parten hacia Alemania en un viaje de seis meses. A su regreso, se establece en un pequeño local en el centro de Santiago, combinando su gestión en comercializar sal montecristeña y productos importados.”.
“Siempre tuvo presente a su primer jefe, el señor Hartmann, quien le enseñó cómo se debían, o no, hacer las cosas y cómo debía vender en el país para tener éxito. Con esto presente, un buen día decide formar tienda aparte y alquila un pequeño local en la calle 16 de Agosto en el centro de Santiago, y dedica sus fuerzas a importar productos para la industria embutidora. Tiempo después, un simple ‘contrato de amigos’ selló la unión con su gran amigo Freddy Bruhn… Una unión que nunca imaginaron duraría hasta nuestros días. En este local y con la ayuda de su amigo norteamericano Ralph Bruhn, instaló su primer molino de especies que todavía forma parte de su planta de producción. Por su olfato para los negocios, establece una estrecha relación con Don Pedro Rivera, y es la bujía motivadora de un naciente sector cárnico que, en un plazo no muy lejano, integraría a productores tales como Don Bernardo Abreu y Don Pedro María Pimentel, entre otros.
“En el 1970, alquiló un local en el sector de Los Colegios y, junto a cinco empleados de su entera confianza, inició su gran aventura de lo que hoy es el legado a su familia. Crea, por primera vez en el país, los sazones en polvo y, luego, trazó pautas para la elaboración del sazón líquido basado en componentes naturales. Dos años después, se trasladó a su local actual y ahí creó la formulación para la fabricación de la primera mayonesa con auténtico sabor dominicano”.
“Oye Píndaro – le dice el ángel- Otto Knupper fue ese pionero natural que, no importando su origen alemán, asumió para sí convertirse en un cibaeño de pura cepa. Sentó un precedente como bujía de creatividad que hoy motorizan la vida de cerca de mil familias”.
De pronto, Píndaro siente que el ángel se le ha ido de su lado y le ha dejado en la realidad… Luego de esa enriquecedora experiencia de vida, expresa: “¡Algún día, el sector empresarial organizado justamente reconocerá ese legado de motivación y liderazgo que nos dejó Otto Knupper!”.