Porque el Señor no abandonará a Su pueblo, ni desamparará a Su heredad. Salmos 94: 14
Cuando vienen situaciones difíciles a nuestras vidas solemos apartarnos de la iglesia y hermanos de la fe, porque no tenemos la suficiente fortaleza para afrontar la situación y resistirla. Llega un momento en que buscamos ayuda en terapeutas, psicólogos, para que nos ayuden a salir de la situación.
Nosotros, sin darnos cuenta, damos más credibilidad a la medicina que al Creador de todas las cosas. Por eso, cada día debemos preguntarnos ¿cómo está nuestra fe?, ¿está pequeña?, ¿no tengo fe? Porque la afirmación de cada una de ellas demuestra que no estamos sustentados en la Palabra de Dios. No admitirlo demuestra religiosidad, la cual nos hace creer que estamos bien y oculta la verdad, haciendo que vivamos en mentira, engaño y falsedad.
Debemos desenmascarar toda obra de las tinieblas en nuestras vidas, y saber que bajo estas condiciones nunca habrá una fe fuerte, la cual nos garantiza que en los momentos de lluvia, tormenta o viento nos mantendremos firmes peleando la buena batalla de la fe. Esta se gana por convicción, sabiendo que hay un solo ganador, Jesucristo de Nazaret.