Sin lugar a dudas, somos un país de jugadores, observe: semanalmente la Lotería Nacional, loto pool, loto, palé, quinielas, juegan a las placas en las esquinas, la loto de Miami, las dos en New York, los clubes sociales, los gallos y en esta temporada las encuestas de opinión para las elecciones.

Tal vez esto sea una característica de la debilidad de nuestra democracia. Todos juegan, porque las opiniones libres son ingobernables y los candidatos no saben, aún con sus cuantiosos asesores, distinguir el que tiene la razón. Por ejemplo, las encuestas que hablan de empate técnico, puede ser un elemento de movilización frente al porcentaje que señalan la abstención, mientras las que indican mayoría arrolladoras, pudieran ser cómplices de la pereza de los que se creen ampliamente ganadores. Hay abstenciones de los apáticos, los que se van para la playa, al extranjero, a los grandes hoteles de Puerto Plata, La Romana, Punta Cana y hasta los que van a esquiar. Es una fantasía infantil decir que la verdadera encuesta será la del 15 de mayo del 2016, cuando comiencen los boletines de la JCE.

Es muy posible, si llaman por teléfono, no sepas quién es tu interlocutor y respondas que no sabes por quién votar o digas por el partido contrario a tu preferencia; pero es que aquí se juega a todo, el engaño forma parte del rito de la tribu.

Contra estas habilidades de nuestro pueblo no pueden las ciencias sociológicas ni las declaraciones de los políticos ni las realísticas y los deseos se confunden. Ni en las primarias en EE.UU., donde los estudios de opinión pública tienen tradición, dan resultado las encuestas previas al día de las elecciones, los que siempre proliferan son los profetas a posteriori y los gurú establecidos en la TV y los periódicos. Por eso, un partido bien organizado solo trabaja datos de sus propios sondeos, porque estos son los que sirven de guía para conocer la tendencia del voto.