¿Cómo estás de la presión?

¿Cómo estás de la presión?

Durante el embarazo, es habitual que en todas las revisiones médicas el ginecólogo obstetra te tome la presión. Esta prueba es más importante de lo que parece, ya que permite detectar un problema de la gestación: la hipertensión arterial.

En el curso de la gestación, durante los primeros meses es normal que la presión de la mujer sea más baja que de costumbre y que empiece a subir hasta valores medios a finales del séptimo o principios del octavo mes. Pero no siempre es así. Se estima que un 10 por ciento de las embarazadas que antes tenían presión normal, padecen hipertensión inducida por la gestación.

[b]HIPERTENSION POR EMBARAZO[/b]

La Sociedad Internacional de Hipertensión considera como hipertensión arterial inducida por el embarazo a unos valores mayores o iguales a 140 mm Hg de alta (sistólica) y 90 mm Hg de mínima (diastólica), aparecidos después de la semana 20 de gestación, o bien al aumento de 25mm Hg de mínima con respecto al comienzo del embarazo.

Cualquiera de estas circunstancias debe vigilarse con suma precaución, especialmente si se acompaña con la presencia de albúmina en la orina, edema (hinchazón) o ambas cosas después del quinto mes de gestación, ya que son indicios de preeclampsia, una complicación que puede poner en peligro las vidas de la madre y el niño.

Los signos que alertan sobre una subida de presión son dolor de cabeza que no desaparece, zumbidos en los oídos, náuseas, vértigos, trastornos visuales, hiperexcitabilidad e hinchazón que no desaparece después del reposo.

En la mayoría de los casos, una hipertensión moderada se reduce sin tratamiento, a base de reposo, tranquilidad y una dieta equilibrada para controlar el aumento de peso.

Algunas veces estas medidas no son suficientes para corregir el problema.

[b]FACTORES DE RIESGO[/b]

Se consideran factores de riesgo de hipertensión durante el embarazo la edad de la madre (menores de 16 y mayores de 35), la obesidad y el aumento de peso exagerado en la gestación, problemas metabólicos previos o relacionados con el embarazo, antecedentes familiares de hipertensión, gestación gemelar, cardiopatías, estrés, nutrición deficiente y problemas renales.

También, a causa de la hipertensión, puede suceder que los vasos sanguíneos de la placenta se obstruyan impidiendo el suministro de nutrientes al niño o provocando que la placenta se desprenda antes de tiempo. Ambos casos son urgencias médicas que comprometen la vida del feto y requieren una cesárea, si la madurez gestacional del bebé lo permite.

En una situación extrema de hipertensión se puede producir una eclampsia (agravamiento de la preeclampsia, con complicación renal grave), que se manifiesta con convulsiones generalizadas y pérdida del conocimiento. Es una situación que probablemente requiera la finalización del embarazo.

[b]TRATAMIENTO[/b]

El tratamiento con fármacos es controvertido y depende del mes en que se encuentre la gestante. A veces, a pesar de la medicación, no se consigue evitar la evolución de una preeclampsia leve a grave.

Los especialistas aconsejan en caso de preeclampsia leve el reposo sobre el lateral izquierdo, para que el niño no presione la vena cava y se consiga mejorar la circulación y reducir la presión. La dieta será habitual, pero baja en sal y grasas.

Ante una eclampsia, si no se controla la hipertensión ni las crisis, la gestación debe terminar. Si se controla con fármacos y la gestación es de 34 semanas o más, también se pone fin a la gestación. Si no llega a las 34 semanas, se intenta prolongarla al menos de 48 horas, para que el niño reciba un tratamiento que favorezca su maduración y pronóstico.

En casos de hipertensión arterial crónica (cifras altas medidas antes de la semana 20), el embarazo se considera de riesgo y la madre debe ser remitida a un especialista para su control y tratamientos oportunos.

[b]Presión baja ¡Qué mareo![/b]

Durante los primeros meses de embarazo es normal que la presión sea baja. Pero, ¿qué pasa si la futura madre tiene, ya de por sí, la presión baja? Pues se sentirá continuamente mareada.

La falta de riego en órganos vitales como el cerebro la soluciona el organismo acelerando los latidos cardíacos y buscando la horizontalidad (las piernas se quedan sin fuerza y el cuerpo se desploma).

Hazle caso a tu organismo. Si te mareas, quédate acostada, si es posible con las piernas en alto, hasta que la respiración y la temperatura corporal se normalicen (notarás sudoración fría y sofoco). Cuando se te pase, levántate poco a poco.

Tener la presión baja no significa que al niño le pueda pasar algo, pero si te mareas y te das un golpe fuerte en el vientre, sí puede ser peligroso.

Si eres de presión baja no salgas de casa sin desayunar (salvo que así te lo indiquen para los análisis clínicos).

En el momento oportuno puedes tonificarte con una bebida caliente.

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