Ya se siente la brisa, la emoción y la alegría. La navidad está presente en nuestras calles, hogares, plazas y centros comerciales. Para muchos es la mejor época del año y la más esperada, sobre todo para los más pequeños de la casa.
La navidad como la conocemos es un tiempo cargado de costumbres y tradiciones, cuya celebración puede variar dependiendo el país, raza o religión. Cualquiera que sea la tradición y la forma de celebrar, en esta época sobreabunda la solidaridad y el deseo de compartir con nuestros seres queridos, reinando a flor de piel el amor. No es de extrañarnos que este tiempo estimule nuestros mejores deseos, ya que se trata del recuerdo y la celebración de la Natividad de Jesús.
El origen de las fiestas navideñas siempre es motivo de discusión entre religiosos e historiadores, algunos entienden que la misma es de origen pagano, otros sostienen la tesis de una discordancia entre la celebración y la verdadera fecha del nacimiento del mesías. Se entiende que el 25 de diciembre es una fecha acomodaticia desde el punto de vista religioso para celebrar el gran acontecimiento.
Es importante resaltar que este es un tiempo propicio para compartir en alegría, paz y amor con nuestros seres queridos, disfrutar de vacaciones y fiestas tradicionales, que sirven a su vez para fortalecer nuestros lazos familiares y afectivos, lo que se traduce en el verdadero significado de la navidad.
Las actitudes afectivas en nuestros hijos deben ser cultivadas todo el año, pero el hecho de que exista una fecha específica, sin dudas es un recordatorio de que el Señor espera por nosotros. Sin importar lo qué haya transcurrido durante el año, cada navidad tenemos una oportunidad para recordar el nacimiento de Jesucristo e intentar nuevamente cultivar los valores de cristianos.
Esta fecha es propicia para compartir y disfrutar en sana diversión con nuestros hijos, amigos, allegados, conocidos, compañeros de trabajo y familiares. Es tiempo de profesar cariño y alegría; es por esto que abundan los aguinaldos, fiestas, encuentros familiares, angelitos y otras celebraciones que se han convertido en nuestras tradiciones de navidad y fin de año.
Lo paradójico es que durante esta época el consumismo tiende a eclipsar el espíritu sublime de la navidad, olvidándonos del aspecto afectivo y del sentido profundamente espiritual, a menudo se convierte en un evento comercial, que puede provocar estrés. Se alteran presupuesto y se exceden los gastos, teniendo luego inconvenientes en el cumplimiento de nuestras obligaciones cotidianas. La autora es psicóloga y educadora, directora y fundadora de MLC SCHOOL Twiter: @MLC_Schoolrd @SVirginiaP Instagram: @pardillavirginia