Como la gallina

Como la gallina

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
América tendrá que unirse aunque le pese al demonio y a toda su compañía, como decía mamá, cuando hablaba de la necesidad de hacer todo lo posible para que las obras buenas llegaran a feliz término.  La gran hazaña no fue la del descubrimiento de América, sino la de la conquista. Martí lo veía de esta manera: «Del arado nació la América el Norte, y la Española, del perro de presa». Dos visiones que, contrapuestas y vistas a la distancia, reflejan la diferencia en el desarrollo de una y otra América.

 Los norteamericanos conquistaron el territorio donde están asentados a sangre y fuego, persiguiendo, minimizando, eliminando de manera inmisericorde los pueblos aborígenes para tener salida a los océanos Pacífico y Atlántico, para explotar sus recursos y ser una nación dominante.

América, la nuestra, surgió dividida porque sus conquistadores trajeron todos los vicios de Europa y ni siquiera enseñaron y respetaron las virtudes contenidas en las Tablas de la Ley, ya que el catolicismo español, enclaustrado en la glorificación del Papa y en el ocultamiento de la Biblia, ahogaba cualquier atisbo de libertad y mantenía la estúpida política de la intolerancia heredada de su lucha por echar los invasores musulmanes de la península ibérica.

En nuestra América se impuso la exclusión, la bajeza, la zancadilla, la adulación, la orden draconiana a nombre del Rey o del Papa. Se intentó borrar la historia, la cultura, la tradición y trataron a los aborígenes como seudo humanos.

El oscurantismo religioso y la ambición de oro para convertirlo en estatuas de «santos» y adornar altares, mientras nuestra América era manejada con mezquindad y con tantos filtros que distorsionaban la verdad,  las corrientes de la libertad, la ciencia y el conocimiento.

Pese a todo, estamos aquí. El pasado es prólogo dijo Shakespeare, pero debe ser conocido para que nos guíe.

La integración de nuestra América va a ser una realidad. Hoy, mañana y después, América necesita estar unida para presentar un frente que le permita salir del subdesarrollo, de la insalubridad, del analfabetismo, de la baja producción, de la venta de productos primarios y dar el salto a la industrialización, crear un mercado de consumo que permita dar el salto a la economía. Esa tarea está pendiente y sólo la podemos llevar a cabo nosotros, con un cambio de visión y acción.

La integración de nuestra América es un sueño, una semi realidad y una necesidad no sentida ni entendida por los pueblos.

El primer escollo es político: ¿nos vamos a unir sin los Estados Unidos?

Estados Unidos quiere ser el titiritero de América,  no cree ni busca el libre comercio, salvo que no sea para colocar su producción agrícola, industrial y toda suerte de artículos. Entienden que el libre comercio debe ser manejado con un embudo cuya parte ancha está del lado de ellos.

La semana pasada se produjo una noticia de indudable trascendencia e importancia: los presidentes de Colombia, Venezuela y Ecuador inauguraron un oleoducto que trasladará combustibles de Venezuela hasta Ecuador.

Ninguna noticia más importante que cuando los países de nuestra América deciden, por sí y sin ninguna influencia ni padrinazgo, unir voluntades para beneficio de ellos.

Ese buen ejemplo debe ser respetado, respaldado, aplaudido y  extendido, poco a poco, grano a grano, como se llena la gallina el buche.

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