En medio de todo el debate sobre el aprendizaje a distancia en la educación media y superior, un sector poblacional muy importante está ausente de la conversación en Estados Unidos sobre el aprendizaje durante la pandemia: los bebés y los niños pequeños.
Muchos padres no están llevando a sus hijos a los parques, los grupos de juego y el maternal. Como resultado, las oportunidades para que los niños más jóvenes aprendan y socialicen se han visto mermadas, como las de todos los demás.
A los que trabajan con niños pequeños y estudian su desarrollo les preocupa que los niños no estén listos para entrar a la escuela y los efectos que pueda tener en el aprendizaje.
“Va a haber un poco de retraso colectivo en las habilidades académicas y en las funciones ejecutivas que permiten que un niño navegue un salón de clases con mayor facilidad”, predijo Aliza W. Pressman, psicóloga del desarrollo.
Sin entornos grupales, “aún nos faltan muchas observaciones, así que habrá toda una serie de problemas”, dijo Patricia K. Kuhl, codirectora del Instituto de Aprendizaje y Ciencias del Cerebro de la Universidad de Washington, campus Seattle. En parte eso se debe a que los entornos grupales, como las guarderías, las aulas e incluso los parques, suelen ser los lugares donde, al comparar a los niños con sus compañeros, los adultos se dan cuenta de si los pequeños tienen problemas cognitivos, sensoriales, motores o de aprendizaje que podrían subsanarse con intervenciones tempranas.
Kuhl está a cargo del tipo de estudios del cerebro que colocan un aparato de magnetoencefalografía de 2,5 millones de dólares —el cual parece una “secadora de pelo marciana”, como dice ella— en la cabeza de niños pequeños para mapear su actividad neural, incluso mientras los bebés están despiertos e inquietos.