¿Cómo limitar los riesgos en las corrientes de capitales de un país?

¿Cómo limitar los riesgos en las corrientes de capitales de un país?

POR ADOLFO MARTÍ GUTIÉRREZ
El incremento de las transacciones financieras internacionales y de las corrientes internacionales de capital representa uno de los hechos económicos de mayor alcance en los últimos años del siglo XX. Pero en sus últimas dos décadas, una gran parte de países en desarrollo experimentó una excesiva entrada de capitales que los llevó a imponer controles restrictivos a importaciones de capital.

El tipo de controles que establecieron variaba de acuerdo con la magnitud y naturaleza de los aflujos financieros y de la aplicación de diferentes políticas cambiarias. Actualmente, una revisión y evaluación de la experiencia económica se concentra en los propósitos de los controles de capital o en la posibilidad de limitar sus riesgos.

El incremento de las corrientes internacionales de capital hoy día obedece a poderosos factores. Principalmente cabe mencionar la eliminación de las restricciones a las transacciones en la cuenta de capital; la estabilización y reforma de la política macroeconómica; la multilateralización del comercio exterior; el desarrollo de instrumentos derivados (swaps, opciones y futuros) para que los inversionistas puedan asumir riesgos y limiten su exposición a otros; y los cambios revolucionarios que han tenido lugar en la tecnología de la información y las comunicaciones que han transformado, en todo el mundo, el sector de los servicios financieros.

Objetivos

La movilidad del capital que puede experimentar la economía de un país suscita importantes beneficios. Crea valiosas oportunidades de diversificación de cartera, reparto de riesgos y comercio entre varios periodos de tiempo. A través de la tenencia de títulos de créditos frente a otros países, los hogares y las empresas pueden protegerse de las perturbaciones que afectan exclusivamente a sus propios países. Las compañías pueden protegerse de conmociones en los costos y la productividad de sus países de origen invirtiendo en sucursales establecidas en varios países. Por lo tanto, la movilidad del capital puede brindar a los inversionistas la posibilidad de obtener mayores tasas de rentabilidad ajustadas en función al riesgo, que, a su vez, pueden promover el ahorro y la inversión, y por ende un crecimiento económico más acelerado.

Sin embargo, en un buen número de países la liberalización financiera, tanto nacional como internacional, parece estar hoy vinculada con costosas crisis financieras. Los sistemas liberalizados permiten a las personas, empresas e instituciones financieras asumir riesgos mayores y apostar al futuro tomando más deudas, lo que crea la posibilidad de perturbaciones sistémicas. No ha sido posible eliminar completamente esos riesgos, excepto a través de una represión financiera, que a largo plazo, parece crear mayores perjuicios. Si bien las crisis financieras son escenarios reales complicados que obedecen a múltiples causas, las crisis se han dado en sistemas menos o más liberalizados. Si han sido ya bastantes los casos en que la liberalización financiera ha influido de tal modo en las crisis que obliga a preguntarse seriamente si esa liberalización (especialmente la liberalización de la cuenta de capital) es beneficiosa y no perjudicial, y en qué condiciones.

Los controles de capital se utilizan generalmente como sustituto de una de estas siete medidas opcionales: (1) contribuir a controlar la crisis de la balanza de pagos o la inestabilidad de la tasa de cambio generada por flujos de capital a corto plazo excesivamente inestables (“capitales golondrinas”); (2) la posibilidad de revaluar el tipo de cambio o dejarlo flotar hacia arriba; (3) garantizar que el ahorro interno se destine a financiar inversiones directas, en vez de a la adquisición de activos externos, y a limitar la propiedad extranjera de los factores de producción nacionales; (4) fortalecer la capacidad de las autoridades para gravar con impuestos las actividades financieras, los ingresos y el patrimonio; (5) buscar aliviar el impacto de las condiciones del crédito interno nacional; (6) evitar que los flujos de capital frustren los esfuerzos encaminados a la estabilización y el sostenimiento de los programas de reforma; (7) o a la neutralización del impacto monetario interno de un superávit de balanza de pagos.

En esencia, los controles de capital en el pasado han propuesto capacitar a las autoridades para proseguir una política monetaria independiente (es decir, una política restrictiva en relación con el resto del mundo) contando con la instauración de tipos de cambio fijos en un ambiente que se haya vuelto cada vez más inflacionario. El efecto de una política monetaria restrictiva con tipos de cambios fijos ha sido el estímulo de los aflujos monetarios en la economía de un país. Así, las compras de moneda extranjera del Banco Central se suman a la base monetaria interna, como forma de que el tipo de cambio no se valorice y se pueda evitar la relajación del crédito interno.

Medidas para limitar riesgos

El problema más grave relacionado con los movimientos internacionales de capital es el que se produce cuando el capital abandona repentinamente el país, precipitando una crisis. Si bien esta salida repentina de capital puede afectar a todos los tipos de capital (financiamiento mediante deuda, capital de cartera, e inclusive inversiones directas e inmobiliarias), las consecuencias macroeconómicas son especialmente graves cuando se refieren al financiamiento mediante deudas, especialmente si se trata de deuda soberana o deuda del sistema bancario y financiero. Por ello, cuando se habla de reducir riesgos en una economía, lo primero que debe salir a relucir es la forma en que los sectores bancarios y no bancarios evitan la excesiva dependencia de sus deudas de corto plazo denominada en moneda extranjera. Es por ello que la economía de hoy insiste en destacar que los bancos deben elaborar e interpretar modelos internos de control de riesgos. La forma en que las autoridades nacionales pueden hacer referencia a los mismos es al calcular las ponderaciones de riesgos para determinar la suficiencia del capital de la economía de un país.

Las normas prudenciales encaminadas a que una economía pueda limitar los riesgos vinculados a las corrientes de capital se diseñan y aplican de varias maneras. Podemos numerar los tres casos más utilizados. Primero, muchos países hacen frente al riesgo de la estabilidad del sistema financiero principalmente imponiendo límites a las posiciones abiertas netas en moneda extranjera de los bancos (diferencia entre los activos y los pasivos en moneda extranjera carentes de cobertura de riesgos, habitualmente expresados como porcentaje de la base de capital del banco). Segundo, otros países tratan de evitar una excesiva exposición en moneda extranjera de las sociedades y de los bancos mediante un mecanismo disuasivo que consiste en gravar casi todas las corrientes de capital de corto plazo. Tercero, algunos países establecen un encaje legal diferente para los bancos en función de la residencia y la moneda de denominación de los depósitos; otros basan la diferencia en la moneda de denominación, pero no la residencia.

De hecho, el objetivo de la liberalización de la cuenta de capital, definida como la ausencia de prohibiciones a las transacciones de capital y financieras de la balanza de pagos no tiene que ser incompatible con la cuestión de la convertibilidad de la balanza de la cuenta corriente. El Artículo VII del Convenio Constitutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), que define la convertibilidad de la cuenta corriente como la inexistencia de restricciones a la realización de pagos y transferencias por transacciones internacionales corrientes, no prohíbe la imposición de restricciones basadas en precios tales como los aranceles aduaneros sobre la importación y los impuestos sobre las transacciones básicas. En consecuencia, por convertibilidad de la cuenta de capital se entiende la eliminación de controles cambiarios y otros controles, pero no necesariamente de todos los instrumentos similares a impuestos que se aplican a las transacciones básicas, que no tienen que considerarse incompatibles con el objetivo deseable de la liberalización del capital.

La flexibilidad cambiaria puede utilizarse también como mecanismo disuasivo de un excesivo endeudamiento externo a corto plazo. En situaciones de esa índole, la característica de los mercados sujetos a escenarios de incertidumbre puede provocar que el aumento de las tasas nominales de interés de lugar a una gran afluencia de capital a largo plazo. El riesgo cambiario vinculado a un aumento de la flexibilidad del tipo de cambio nominal puede cumplir un papel útil, aunque limitado, consistente en moderar el volumen de esas corrientes a corto plazo. No obstante, una mayor flexibilidad cambiaria en forma precipitada sin previa planificación, y en un contexto en que los bancos y las sociedades soportan fuertes deudas denominadas en moneda extranjera, puede ser desestabilizadora. Pero si las autoridades aprovechan un periodo de afluencia de capital para establecer una mayor flexibilidad, de modo que el tipo de cambio inicie con un aumento su etapa de mayor flexibilidad, es probable que los efectos beneficiosos sean los preponderantes. 

Flujo de capitales dominicano

El flujo de capitales en la República Dominicana no presenta movimientos importantes. Sus niveles no han representado más del 5% del Producto Interno Bruto, cerca del 10% de las exportaciones de bienes (en 2002) o financiar cerca del 2% de las importaciones nacionales. El tipo de operaciones realizadas sólo incluye transacciones de títulos de renta fija, pues todavía no se han materializado operaciones que impliquen la compra y venta de acciones de empresas. Debido a esa situación, la República Dominicana no ha sido hasta ahora un mercado atractivo para las inversiones financieras internacionales. No obstante, en los flujos financieros internacionales que entran y salen del país los intermediarios financieros locales (los bancos comerciales, principalmente) han accedido a líneas de crédito internacional, incrementando el financiamiento a los agentes privados nacionales.

Durante las últimas décadas, la banca comercial dominicana estuvo endeudándose en dólares y prestando en esa misma moneda, transfiriendo el riesgo cambiario al cliente. Esa estrategia no afectó al nivel de vulnerabilidad de la banca mientras los clientes que tomaron los préstamos en dólares llevaron a cabo actividades relacionadas con la exportación. Sin embargo, cuando esos clientes pertenecían a sectores no exportadores, la devaluación del tipo de cambio redujo los niveles de solvencia de esos sectores deteriorando la cartera crediticia de los bancos.

El autor es economista y profesor universitario. E-Mail: adolfomarti@verizon.net.do

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