¿Cómo lo enfrentaremos?

¿Cómo lo enfrentaremos?

¿Hacia dónde va un país cuyos hijos hace tiempo que olvidaron valores tales como el amor a la Patria, detenerse y levantarse, cuando se iza y al momento de arriar la Bandera, detenerse y levantarse cuando se escuchan las notas del Himno Nacional?

¿Hacia dónde va un país donde sin día de siesta, perdemos el amor y el respeto a los valores nacionales y el respeto y la práctica de los valores éticos?

¿A quién le importa quién fue Juan Pablo Duarte? ¿Acaso debemos respetar su pensamiento y sus lecciones? ¿Vale la pena seguir sus ideales? ¿Cuánto dinero se gana con seguir las enseñanzas de honradez, amor a la Patria, luchar por la soberanía y la independencia nacionales? ¿Qué importa que Duarte devolviera el dinero que sobró de la primera campaña militar contra Haití, en 1844? ¿Acaso fue un buen ejemplo?

¿A quién le importó, realmente, que un grupo de haitianos irrespetara la Bandera Nacional?

La más reciente invasión haitiana trajo jóvenes altos, apuestos, elásticos, fuertes, quienes, curiosamente, se apropiaron de las esquinas de las ciudades para ejercer oficios menores, así conocen a todo el que vive y pasa por sus alrededores, en una labor de inteligencia de la cual parece que nadie se da cuenta.

Entre las presiones y ataques de organismos y gobiernos extranjeros, los haitianos campean por su irrespeto en nuestro país. Roban, matan, se apandillan, faltan a la autoridad, organizan turbas, reclaman injusticias inexistentes y tienen el eco de los que se dejan acorralar por temor, por vergüenza, por decir que son “revolucionarios”.

Tanto hemos permitido que nos engañen que, como engañados, aceptamos lo inaceptable, escuchamos declaraciones y confesiones a las cuales debíamos prestar oídos sordos y perdemos, un día sí y el otro también, la poca capacidad de asombro que nos han dejado, para más burlarse de nosotros.

Ya le ganamos al avestruz, hace mucho tiempo y tenemos el récord mundial de mantenimiento de la cabeza oculta para que todo nos resbale. Ese todo incluye la dignidad, el decoro, el respeto por uno mismo, la vergüenza, las buenas costumbres.

Nos juntamos con los 40 mil ladrones fabricados por cualquier Alí Babá que haya gobernado, como si esos malandrines de la política fueran dignos de participar en la sociedad, como ciudadanos respetables, respetuosos, de buenas costumbres.

Lo haitianos nos han tumbado el pulso y tenemos que rogarles para que nos compren lo que no producen, les pagamos para regalarles la ciudadanía que tanta sangre nos costó en las guerras contra ellos mismos y ahora la prensa haitiana dice que en República Dominicana a todos los haitianos le están dando la ciudadanía dominicana

¿Qué debemos hacer cuando venga la masiva estampida que se anuncia?

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