Tener autoridad, es básico para la educación de nuestro hijo. Debemos marcar límites y objetivos claros que permitan diferenciar qué está bien y qué está mal. Uno de los errores más frecuentes de padres y madres es excederse en la tolerancia, y entonces empiezan los problemas.
Hay que llegar a un equilibrio, pero ¿cómo conseguirlo para tener autoridad?
Según explica la doctora Ana Simó, experta en terapia familiar, hay una especie de protocolo para lograrlo. Lo primero es que no tenemos que subir la voz para hacer sentir que somos la autoridad, solo debemos explicar el mandato y siempre hacerlo una sola vez: si comienzas a repetir el mandato varias veces, lo que estás diciendo es que no deben respetarte. Los padres debemos ser firmes con lo que decimos, y cuando el niño hace algo incorrecto, explicarle el porqué castigamos; no dejar las cosas a medias, explica.
Simó aclara que los padres son los responsables de enseñarle a los hijos educación, valores, disciplina, respeto, y esto solo se logra desde la posición de que como cabeza de familia somos la autoridad y emitimos las reglas y que estamos en la capacidad de escuchar la opinión de los hijos, pero la última palabra la tenemos los padres.
Caprichos. Hay muchos padres que caen ante los caprichos de los niños y los complacen en todo. En ese sentido, la doctora explica que lo mejor es no dejarse manipular. Si ya dimos una orden, no podemos luego titubear ni demostrar que ellos pueden tomar decisiones sin tomar en cuenta a los padres.
Y como la autoridad en el hogar es parte de la educación que ellos llevarán a su vida adulta, Ana Simó recomienda que a los hijos se les enseñe que toda acción tiene una repercusión y tenemos que aplicarla para que asuman responsabilidad y entiendan que en la vida todo tiene consecuencias.
El equilibrio entre amor y don de mando. Según nos cuenta la especialista, ser firmes no significa que debemos ser distantes y secos, al contrario, pues eso hace que el niño le tome miedo y esa no es la idea.
Las cosas pueden decirse de una forma cariñosa, en tono dulce, pero con firmeza y manteniendo lo que estamos expresando.
El precio de ser padre permisivo. Aquellos padres que consienten de sobra pagan un precio muy alto, pues luego los hijos entienden que se lo merecen todo y nunca están conformes.
Explicó que así los hijos nunca respetarán las autoridades, no sabrán respetar los límites de los demás y sus relaciones se basarán en lo que ellos puedan lograr sin tomar en cuenta a los demás.
Es común que los padres se inclinen hacia y un hijo por ser enfermito o por ser el más pequeño, por ejemplo, y traten de sobreprotegerlo tanto que sin darse cuenta terminan dándole todos los gustos.
En ese caso, la doctora Simó explica que si el hijo se da cuenta de esta debilidad de los padres -o de uno de ellos- utilizará esto para lograr otras cosas en la vida y sufrirá mucho el día que descubra que no siempre será así en la vida y que se necesita esfuerzo para lograr cosas. Muchas veces buscan relaciones donde el otro tenga que cargar emocionalmente con ellos, concluye.
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La permisividad
Es imposible educar sin intervenir. El niño, cuando nace, no tiene conciencia de que es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que debemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. El dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad es el principio de una mala educación. Un hijo al que el padre no corrige cuando hace fechorías, piensa que es porque su padre ni lo estima ni lo valora. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.
Ceder después de decir no
Una vez que usted se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es la del no. El no es innegociable. Nunca se puede negociar el no, es el error más frecuente y que más daño hace a los niños. Cuando usted vaya a decir no a su hijo, piénselo bien, porque no hay marcha atrás. Si usted le ha dicho a su hijo que hoy no verá la televisión porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo los deberes, su hijo no puede ver la televisión aunque le pida de rodillas y por favor, con cara suplicante, llena de pena, otra oportunidad.