Cómo los patines dispararon una revolución sexual

Cómo los patines dispararon una revolución sexual

Es una verdad mundialmente reconocida que llevar a la suegra potencial a una cita amorosa es una mala idea.

Apiádate entonces de los victorianos de clase alta o media pues cualquier gesto romántico que hacían, en una danza o durante cualquier velada, eran vigilados de cerca por sus mayores.

Había pocas posibilidades de escapar de esa atmósfera sofocante hasta que, en 1863, el inventor estadounidense James Leonard Plimpton patentó un patín de cuatro ruedas con el que se podía girar.

Los patines habían existido por alrededor de un siglo, pero eran engorrosos pues para dirigirlos había que parar y levantar los pies.

El invento de Plimpton permitía a los patinadores moverse fácilmente en un círculo.

El patín de Plimpton de 1863 con cuatro ruedas. © National Museum of Roller Skating
El patín de Plimpton, de 1863, con cuatro ruedas. © National Museum of Roller Skating

Consciente de las posibilidades comerciales, Plimpton abrió las primeras pistas de patinaje en Nueva York y Rhode Island. Las promocionaba como espacios de acondicionamiento físico con un ambiente apropiado para familias y se volvieron muy populares.

Para mediados de la década de 1870, la moda de patinar ya había contagiado a Reino Unido, donde en un momento llegó a haber 50 pistas sólo en Londres.

La prensa llamaba a este fenómeno «rinkomania» («pistamanía»), pero el ejercicio saludable del que se vanagloriaba Plimpton no era todo lo que atraía a los jóvenes.

Sin chaperones

Un grupo de entusiastas en 1876 rodeando a un joven que se cayó.
Un grupo de entusiastas en 1876, rodeando a un joven caído.

«La pista de patinaje es un terreno neutral en el que los sexos se pueden encontrar, sin todos los bombos y platillos acostumbrados», reportó el diario australiano Port Macquarie News al hablar sobre lo que ocurría en Londres y otras ciudades.

«En la pista no hay ninguna Mother Grundy (jerga de la época para denominar a una matriarca severa), con su ojo avizor y lengua aguda, pues Mother Grundy no se atreve a ponerse patines, así que el patinador es feliz», agrega el reportero.

Tomarse las manos y susurrar palabritas dulces empezó a ser más fácil sin chaperones a la vista.

Así que por fin el contacto visual prolongado reemplazó las miradas escondidas intercambiadas temerosamente con el ser amado.

La columna «La carta de una dama desde Londres» que publicaba el diarioCalifornia Mail, informó que «la pistamanía se está extendiendo con una rapidez extraordinaria, de tal manera que todos los espacios disponibles están en riesgo de ser asfaltados para que jóvenes y doncellas puedan girar sobre ruedas, vistiendo los atuendos de moda para la pista».

Ciertamente, la ropa que se empezó a usar no respondía a la formalidad de la época. La locura que había despertado el patinaje en el hielo en EE.UU. ya había llevado a que se usaran atuendos más ajustados por conveniencia. Eso fue transferido a la versión en ruedas.

Doncellas y sus caballeros

Patinando en 1882, 1912 y 1926...
Patinando en 1882, 1912 y 1926…

Es cierto que esta minirrevolución no se puede comparar con la revolución sexual que Reino Unido y gran parte del mundo occidental experimentaron casi un siglo más tarde, con el advenimiento del «amor libre», las minifaldas y la píldora anticonceptiva, pero al menos ofreció un poco más de libertad.

«Si la juventud posee buenos atributos, ¿no brillan estos mejor en medio del zumbido de la pista de las ruedas? Si una doncella es elegante, ¿no es su gracia aún más encantadora cuando es realzada por la poesía del movimiento?», preguntaba el Port Macquarie News.

«Sobre todo, ¿no es mejor el patinaje que cualquier otro pasatiempo debido a que incluso el esfuerzo más torpe para mantener el equilibrio o adoptar una pose es asistido, en el caso del sexo débil, por un gentil y respetuoso, aunque firme y suficiente, apoyo de algún caballero habilidoso, cuya oportuna ayuda y experta asesoría hace que el sendero resbaloso sea menos glacial?», señalaba la publicación.

1923, Pista en Holland Park, Londres
El patinaje perdió algo de su popularidad a finales del siglo XIX y muchas pistas fueron cerradas. Pero quedaron varias, como ésta en Holland Park, Londres, 1923.

Y un sendero menos glacial era lo máximo que podían soñar esos habilidosos caballeros de mediados y finales de la era victoriana británica.

En su libro de 1897, «Transformaciones sociales de la era victoriana», Thomas Hay Sweet Escott recuerda con nostalgia la década de 1870, cuando era joven.

La mayoría de las relaciones entre hombres y mujeres, dice, fueron «probablemente irreprochables. A menudo terminaban en un matrimonio deseado y feliz. Pero no sin antes consternar a alguna matrona inglesa de ideas pasadas de moda, quien vio u oyó que su hija había girado en los brazos de algún joven a quien acababa de conocer, o quizás incluso uno que ni siquiera le hubieran presentado».

Encuentros como esos llegaron a ser la regla más tarde, pero en esa época resultaron verdaderamente revolucionarios.

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John Joseph Merlin

John Joseph Merlin
  • El primer registro de la invención de un patín está a nombre de John Joseph Merlin, inventor belga, en Londres, alrededor de 1760.
  • Merlin usó un par de sus nuevos patines en un baile de máscaras en Londres. Pero no era muy bueno para patinar y se estrelló contra un gran espejo, lo que lo dejó con heridas graves.
  • Se dice que estaba tratando de tocar el violín al mismo tiempo.

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