¿Cómo nos hicimos adictos al azúcar?

<STRONG>¿Cómo nos hicimos adictos al azúcar?</STRONG>

BBC MUNDO. Estamos inundados por el azúcar. Nadamos en azúcar. El azúcar se ha metido en todos los aspectos de nuestra dieta diaria, desde los dulces con los que nos consentimos hasta productos esenciales, como el pan procesado.

Sabemos que mucha azúcar es mala para nosotros. Pero estamos enganchados: el azúcar es algo tan común que es difícil creer que alguna vez no lo fuera.

Descubierta originalmente cuando crecía en forma silvestre en el Pacífico Sur alrededor del siglo VIII a.C., viajeros y comerciantes ayudaron a propagarla por todo el planeta.

Durante siglos fue tomada como un símbolo de estatus, demasiado costosa para consumirla en grandes cantidades.

El idilio amoroso con el azúcar de Reino Unido -que eventualmente tendría el monopolio del comercio mundial del producto- comenzó en el Siglo XVII. Colonos en la isla de Barbados descubrieron que la caña crecía en el suelo pedregoso de la isla, donde el algodón y el tabaco no prosperaban.

Con sus tres cosechas al año, el cultivo del azúcar se convirtió en un negocio lucrativo. El descubrimiento generó una «fiebre del azúcar» que atrajo a cientos de colonos hacia Barbados, ansiosa de capitalizar la riqueza que había creado.

La producción masiva de azúcar hizo rica a Gran Bretaña y la ayudó a construir su imperio.

Era una tarea muy física. Al principio, hombres «duros» provenientes de Escocia e Irlanda hacían el trabajo pesado, pero pronto fueron reemplazados por una opción más barata: esclavos del occidente de África.

Fue un período oscuro de la historia británica, dice el profesor de Historia Económica de la Universidad de Hull, David Richardson.

«No creo que se pueda subestimar la importancia del azúcar en la esclavitud trasatlántica. Seis millones de africanos esclavizados fueron depositados en las Indias Occidentales, y cuando se mira la cifra de quienes fueron liberados, ésta es mucho menor. La razón: el azúcar mata esclavos en el proceso de cultivo y refinación», explica.

Los esclavos estaban a merced de los dueños de las plantaciones y de los capataces, a quienes poco importaba su bienestar. Incluso mujeres embarazadas eran puestas a trabajar en los campos, y a los esclavos no se les garantizaba una nutrición adecuada.

«Éstas son personas que estaban ahí para hacer dinero e irse. El objetivo del sistema era producir azúcar, no dar una vida sencilla y tranquila a los esclavos. Siempre y cuando tuvieras acceso a más esclavos», añade el especialista.

Monopolio. Gran Bretaña tuvo el monopolio del comercio de caña de azúcar por más de un siglo. Durante las guerras napoleónicas de principios del Siglo XIX, los británicos bloquearon las rutas comerciales de los franceses en el Caribe, lo que disminuyó significativamente el suministro del dulce producto en esa nación Europea.

Dibujo de esclavos africanos en una plantación colonial

Ansioso de encontrar una solución, Napoleón invirtió mucho dinero en la producción de la remolacha azucarera, un descubrimiento relativamente nuevo. Francia abrió unas 40 fábricas de azúcar proveniente de la remolacha y el país tuvo su dosis de azúcar garantizada otra vez.

No pasó mucho tiempo antes de que el azúcar proveniente de la remolacha inundara el mercado británico. El precio se desplomó y para 1850 se había convertido en un producto asequible.

El público parecía no saciarse nunca. Desde el té azucarado en el lugar de trabajo hasta las comidas en la mesa familiar, el azúcar se tornó indispensable.

Lejos de ser considerado algo poco saludable, pasó a jugar un papel importante en los hábitos alimenticios, según señala la historiadora Annie Gray.

«Era una cuestión de ‘¿acaso tus niños se van a comer ese pedazo de pan seco?’ No. Si le pones un poco de mermelada, ¿lograrás que se lo coman? Sí».

No pasó mucho tiempo antes de que el azúcar se convirtiera en un favorito de las despensas familiares.

«Si te fijas en la dieta de la clase trabajadora a principios del Siglo XIX, verás papas, pan, queso y mantequilla si tienes suerte, quizás un poco de grasa de tocineta», refiere la doctora Gray.

«Al final del siglo tenemos pan, mantequilla o margarina, mermelada y pastel».

Tan adictos eran los británicos a este nuevo sabor, que a principios del Siglo XIX consumían unos 5 kilos de azúcar por persona al año. Al final de siglo la cifra había subido a unos 21 kilos.

Excesos.  Pero este nuevo placer tenía un precio. «Gran parte del contenido calórico de los pobres en el Siglo XIX provenía del azúcar, y el problema con eso es que podrían haberlo obtenido de otras fuentes que también contuvieran nutrientes. La malnutrición de la época era terrible», precisa Gray.

Ésta no es la única consecuencia negativa de consumir azúcar en exceso. También está asociado a las caries, la obesidad y la alta presión arterial. Las dos últimas pueden conducir asimismon a enfermedades del corazón y a diabetes tipo 2.

Con todo, el azúcar está tan metido en nuestra dieta que parece un hábito difícil de romper.

Azúcar y cucharilla

Pero para el profesor Naveed Sattar, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Glasgow, hay esperanzas.

«La gente puede sacar algo de azúcar de su dieta y poco a poco llegar a un punto en el que comen menos de éste, pero seguir disfrutando de lo que comen. En cierta forma estarían reprogramando su paladar». Naveed Sattar, escuela de Medicina de la Universidad de Glasgow.

Romper con un paradigma de siglos de sabores azucarados podría requerir de mucha fuerza de voluntad, aunque Sattar está seguro de que es posible.

«Reprogramar el paladar puede tomar un par de meses, pero puede lograrse», dice.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas