Por Virginia Pardilla

Para educar y formar a nuestros hijos en valores, debemos trazar pautas de comportamiento, que muchas veces se alcanzan a través de normas y reglas en la vida, sobre todo aquellas que son impuestas en el hogar.

Las reglas se dialogan, como padres a veces cometemos el error de asumir que nuestros hijos saben lo que deben hacer. Es deber de nosotros garantizar que ellos entiendan lo que esperamos de cada uno, que sepan lo que es correcto y lo que no.

Lo primero que debemos trabajar para poner reglas es la objetividad, creando límites específicos, con frases cortas y precisas. Por ejemplo: en vez de decir “debes estar listo a tiempo” mejor decir “debes estar listo a las seis de la mañana “.

Los niños tienden a identificarse con las reglas pautadas en positivo, en lugar de que indiquen lo que no deben hacer, es preferible que expresen lo que sí pueden hacer. En este sentido, es recomendable que en vez decir “no gritar”, es preferible indicar “hablar en tono de voz bajo”. Así mismo, la expresión “no pegar”, puedeser sustituida por “tener tratos libres de golpes” o “tener buenos tratos”.

Al igual que los adultos los niños necesitan entender las cosas, y si bien es cierto que no debemos darles explicaciones todo el tiempo, también es una realidad que todo tiene un porque. Hablarle sobre las razones de las reglas, hace que el niño entienda la lógica detrás de dicho precepto, ejemplo: en vez de decir “no te pongas los dedos en la boca” es mejor cambiarlo por “no te pongas los dedos en la boca, porque tienen bacterias y te puedes enfermar”.

Cuando formulemos las reglas de nuestro hogar es bueno flexibilizar en las que se puedan, plantearles opciones al menor, ejemplo: hacer las tareas de tres a cuatro de la tarde o de cuatro a cinco. La diferencia es minina, pero da cierta participación al niño, sobre todo le da la sensación de libertad al escoger y esto lo llevara a cumplir el acuerdo con mayor facilidad. Como padres debemos discernir entre cuales reglas se pueden flexibilizar y cuáles no. Cuando llegamos a un acuerdo con nuestros hijos debe ser respetado.

Las reglas deben ser claras y a la vez debemos ser firmes en su cumplimiento, la flexibilidad crea confusión, si hoy estamos cansados y dejamos pasar el cumplimiento de las reglas, el niño se confunde o juega a probar nuestros límites, causando esto una desobediencia del menor. Si la regla es que debe recoger los juguetes al terminar de jugar, el padre debe supervisar que la cumple siempre, no puede ser un día lo recoge y el otro no, y que el padre permita esta inconsistencia, sea por rapidez, cansancio o negligencia.

Es importante mostrarles estas reglas de manera motivadora, de forma que las vean como “amigas”. Cuando los niños sienten que serán juzgados y castigados a través de las reglas aprenden a seguirlas por miedo al castigo y no por amor a una buena conducta. Esto hace que se porten bien sólo con la persona que pone las reglas, y no con todos de manera generalizada y la idea es fomentar autodisciplina y un buen comportamiento motivado por el autoconocimiento del bien y el mal.

Se recomienda colocar un reforzador positivo ante cada conducta esperada, para que los niños se motiven, en la infancia los reforzadores son indispensables. Estos pueden ser tan sencillos como regalarles un dibujo, dibujarles, una carita feliz, darles un Sticker, acompañado esto de un abrazo y unas felicitaciones verbales. Nunca reforzar con la comida, ya que esta es incondicional.

Ante el incumplimiento de las reglas es bueno gestionar las emociones de forma correcta, muchas veces puede traicionar el cansancio y las emociones del padre o de la madre podrían salirse de control. Lo recomendable es no perder la paciencia, para cuidar la relación padre-hijo. Si no tienes un buen día y estás enojado es normal, lo importante es respirar, calmarse, contar hasta el infinito o hasta sentirse tranquilo y corregir. La autora es psicóloga y educadora, directora y fundadora de MLC SCHOOL Twiter: @MLC_Schoolrd @SVirginiaPInstagram: @pardillavirginia