Cómo preservar el poder

Cómo preservar el poder

JOTTIN CURY HIJO
Florencia es la ciudad del amor; el Arno besa sus dos márgenes, y en sus aguas bebió Anatole France la sensualidad con que humedeció las páginas de la Lis Rouge; es también la patria del David de Miguel ¦ngel y de ese inestimable tesoro arquitectónico que la ha convertido en una de las grandes capitales artísticas del mundo. Pero Florencia es alga mas, porque en los años del Renacimiento fue el escenario donde coexistieron dos hombres egregios: Jeronimo Savonarola y Nicolás Maquiavelo.

Savonarola, un fraile cuyo fervor religioso rayaba en fanatismo; Maquiavelo, un funcionario de la republica florentina que observaba con genialidad a los políticos de su tiempo. Maquiavelo escuchaba con recelo las predicas inflamables del sacerdote, quien arremetía con furia contra los hábitos desviados de sus hermanos de confesión. Savonarola, amparado en verdades evidentes, gano inmenso prestigio, y sus quemantes palabras terminaron por aterrorizar al Papa León X y a su grey. Maquiavelo se preguntaba si Savonarola contaba con medios para vencer a sus poderosos adversarios.

Se dice, y lo señala muy bien Baltasar Gracián en una de sus obras, que los hombres son por naturaleza de carácter mudable, tornadizo, y lo que aplauden hoy lo vituperan mañana. Antes que Gracián ya lo había advertido y escrito Maquiavelo. El dominico atacaba amparado en su fe y en la credulidad de una fe que ya su feligresía había perdido. No quiso comprender que sus enemigos se hallaban provistos de armas mortales, mientras el prior del convento de San Marcos de Florencia carecía de ellas. Maquiavelo escribiría mas tarde que el político debe y tiene que conocer la potencialidad de sus propias fuerzas cuando decide enfrentarse a sus enemigos.

El astuto florentino vio el final ruinoso de Savonarola mucho antes de que su envoltura corporal y su espíritu ardiente fueran expuestos a las piras asfixiantes de la hoguera; años después del triunfo de los arrabiatti, que aplaudieron las llamas que enviaron al monje como hereje a la eternidad, el autor de El Príncipe aprovecho la triste experiencia para advertirle a los gobernantes de su tiempo y de todos los tiempos lo que se transcribe a continuación:

Si queremos discurrir adecuadamente sobre este asunto, es preciso examinar si estos innovadores se apoyan en si mismos o si dependen de otros, es decir, si para llevar a cabo su obra necesitan rogar o pueden forzar. En el primer caso fracasan inevitablemente; pero cuando solo dependen de si mismos y pueden forzar, raras veces dejan de conseguir sus propósitos. De aquí viene que todos los profetas armados hayan triunfado y los desarmados se hayan arruinado; porque aparte de lo dicho, los pueblos son de carácter tornadizo y si es fácil convencerlos de una cosa resulta difícil mantenerlos en tal convencimiento; por donde conviene hacer las cosas de modo que, cuando ya no crean, se les pueda hacer creer por la fuerza. Moisés, Ciro, Teseo y Rómulo no habrían podido hacer observar mucho tiempo sus leyes si hubieran estado desarmados, como aconteció en nuestra época a Fra Girolamo Savonarola, que se arruino con sus nuevas instituciones, en cuanto la gente empezó a no creer en el, porque no poseía los medios necesarios para conservar la lealtad de los que habían creído ni para hacer que creyeran los incrédulos.

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