Cómo se ganó Bhutto a Washington

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Por ELISABETH BULMILLER
WASHINGTON.-
Benazir Bhutto siempre entendió más a Washington de lo que Washington la entendía a ella.

Bhutto, dirigente de la oposición y dos veces primera ministra de Pakistán que fue asesinada en Rawalpindi el pasado jueves 27 de diciembre, mientras hacía campaña en pos del cargo por tercera vez, tenía una red más extensa de poderosos amigos en la elite política y mediática de la capital que casi cualquier otro líder del extranjero. Con el paso de los años, ella cultivó escrupulosamente a esos amigos, muchos desde sus días en Harvard y Oxford. Ella fue recompensada cuando sus conexiones — en la Casa Blanca, el Congreso estadounidense y dentro del círculo dominante en política exterior — contribuyeron a impulsarla al poder en Pakistán.

 Pero, al final, con incluso otra administración estadounidense detrás de ella, la red de Bhutto en Washington solamente puso de relieve la poca comprensión de Estados Unidos con respecto a la política feudal del sur asiático, así como su propia capacidad para controlar sucesos en el caldero de Pakistán.   «Yo siempre pensé que, más o menos, así sería su final, pero no creí que ocurriera hoy», dijo Peter W. Galbraith, ex embajador estadounidense y amigo de Bhutto desde hace ya tiempo, en una entrevista de este jueves.

Descendiente de una familia de terratenientes feudales en Sindh, provincia sureña, Bhutto fue criada en una mansión en el vecindario costero de Clifton, en Karachi, y recibió educación cristiana en escuelas de monjas. Llegó a Harvard en el otoño de 1969 como una adolescente de 16 años de edad, vestida primorosamente, asombrada ante las costumbres en Estados Unidos. «Yo estaba asombrada ante cómo la gente le hablaba a sus padres, pues no mostraban el respeto suficiente», declaró posteriormente al diario Washington Post.

 No obstante, Bhutto se adaptó, y rápidamente hizo amistad no sólo con Galbraith, sino con E.J. Dionea y Michael Kinsley, ambos columnistas que trabajan actualmente para el Post, y Walter Isaacson, el presidente del Instituto Aspen y uno de los ex editores administrativos de la revista Time. Para cuando llegó a Oxford, Bhutto conducía un vehículo deportivo, convirtiéndose al poco tiempo en la presidenta de la sociedad de debate de la Unión de Oxford. «Recuerdo que ella era muy intensa», comentó Isaacson. «Con todo, ella proyectaba una gran sonrisa, amén que tenía la habilidad de ser encantadora».

El primer viaje de importancia a Washington por parte de Bhutto fue en la primavera de 1984, cuando Galbraith, en esa época uno de los integrantes del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, actuó como su anfitrión y mentor.

Para esos días ella tenía 30 años de edad y estaba marcada por la sangrienta política de su país natal. Su padre, Zulfikar Ali Bhutto, había sido el presidente y Primer Ministro de Pakistán pero fue colgado en 1979, durante el régimen militar del General Mohammad Zia ul-Haq. Benazir Bhutto, quien había pasado meses en la cárcel y años bajo arresto domiciliario, era ahora la dirigente del Partido Popular de Pakistán, al que pertenecía su padre, y estaba decidida a expulsar a Zia.    Su objetivo en Washington giraba en torno a persuadir a conservadores funcionarios de la administración Reagan que ellos estarían mejor con ella en el poder.

No iba a ser una tarea fácil: el padre de Bhutto había sido conocido por su feroz retórico antioccidental, y ella había marchado a Harvard y en contra de la guerra en Vietnam.

 «A lo que ella se oponía era a su reputación como una radical antiestadounidense», aclaró Galbraith. «Así que pasamos mucho tiempo hablando de cuáles eran los mensajes que ella necesitaba comunicar».

En reuniones con integrantes clave del Congreso estadounidense en esa época — entre ellos el senador republicano de Illinois, Charles H. Percy, quien presidía el Comité de Relaciones Exteriores, y el representante de Nueva York Stephen J. Solarz, quien era un prominente demócrata del Comité de Asuntos Exteriores de la cámara baja –, Bhutto, bajo la tutela de Galbraith, expresó su apoyo por la democracia y los «combatientes de la libertad», o ‘muyaidines’, mismos que estaban combatiendo la invasión soviética en Afganistán.

 «Ella era una mujer totalmente encantadora y hermosa, que podía adular a senadores, la cual podía interpretar sus inquietudes políticas y que también podía convencerlos de que ella serviría mucho mejor a los intereses de Estados Unidos en Afganistán que Zia», explicó Galbraith.


En ese mismo viaje, Galbraith le presentó a Bhutto a Mark Siegel, operador político que había sido el director ejecutivo del Comité Nacional Demócrata. Siegel fue llevado con Bhutto y apoyó su causa. âl se convirtió en un cabildero en pro del gobierno de Pakistán cuando Bhutto estaba en el poder. En fechas más recientes, él fue colaborador de ella en un libro, programado para su publicación en 2008.

Los frutos

 Eso cambió en  1988, cuando el partido al que pertenecía Bhutto ganó una pluralidad en el Parlamento en las elecciones paquistaníes, pero no alcanzó una mayoría. En las palabras de Galbraith, funcionarios de la administración Reagan acudieron al Presidente en funciones de Pakistán, Ghulam Isaac Khan, y le dijeron que debido a que Bhutto había captado la mayoría de los votos, él tendría que invitarla a formar parte del gobierno. Bhutto se convirtió en la Primera Ministra ese 2 de diciembre.  

  «Y ese fue el resultado directo de sus redes establecidas, de que ella fue capaz de persuadir al círculo dominante en EU, a la comunidad de política exterior, la prensa, los centros de análisis estratégico, de que ella era una demócrata, que ella era una moderada, que ella iba a estar en contra de los soviéticos en Afganistán», dijo Galbraith.   Husain Haqqani, ex asesor de Bhutto y catedrático de relaciones internacionales por la Universidad de Boston, accedió a que su red en Washington le ayudó a convertirse en la primera ministra, particularmente en vista del poderoso ejército de Pakistán y sus servicios de inteligencia. «Si los estadounidenses no hubieran mostrado determinación, los servicios de inteligencia del país la habrían detenido», destacó Haqqani.   Si bien Bhutto fue expulsada dos veces del puesto bajo cargos de corrupción, ella mantuvo sus visitas a Washington, normalmente varias veces al año. Solía hacerles un llamamiento a funcionarios de la administración e integrantes del Congreso estadounidense dispuestos a verla, así como a reporteros y editores del New York Times, el Washington Post y el Wall Street Journal. Al poco tiempo, su lista de tarjetas navideñas en Estados Unidos, sin contar a personas del gobierno y el Congreso, ascendía a 375 nombres.   «Ella comprendía la naturaleza de la vida política, lo cual equivale a mantenerse en contacto con la gente, sea que estés o no en un cargo popular», dijo Karl F. Inderfurth, el ex subsecretario de Estado para el sur de Asia, quien asistió a una cena para Bhutto en el Hotel Willard.

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