¿Cómo se mide la fuga de capitales en las economías de los países?

¿Cómo se mide la fuga de capitales en las economías de los países?

POR ADOLFO MARTÍ GUTIÉRREZ
Las salidas de capitales constituyen una de las experiencias económicas más interesantes de las últimas décadas. Y ésta fuga de capitales normalmente se interpreta como la capacidad que tienen los agentes económicos para contrarrestar aquellas políticas que le resulten perjudiciales. De ahí su importancia. La historia económica dominicana demuestra que, cuando los gobiernos se empeñan en mantener fijo el tipo de cambio, endeudándose de manera creciente para mantener una estabilidad cambiaria e intentan impulsar el desarrollo mediante la expansión del crédito interno, la fuga de capitales del sector privado han aumentado la demanda de moneda extranjera y han retirado recursos que pudieran haber podido financiar el crecimiento económico.  

Y es claro que la mayor parte de los problemas políticos actuales presumen un punto de vista “nacionalista” en el que la fuga de capitales reduce el bienestar nacional. Sin embargo, se ha comprobado que es mejor considerar a la fuga de capitales como un síntoma de fuerzas económicas subyacentes más que como una causa de pérdida de bienestar nacional. Para entender la función de la fuga de capitales, su impacto en la economía nacional y las ganancias de bienestar consecuentes a la inversión de su sentido de flujo, es menester definir apropiadamente la fuga de capitales a partir de un modelo económico completo. Es así comprensible que las transacciones financieras migren de un país a otro cuando los inversionistas y depositantes nacionales no se les ofrecen servicios financieros con rendimientos y riesgos competitivos.

Los planteamientos

En países cuyas autoridades han utilizado sus reservas para evitar o suavizar depreciaciones de su moneda, se ha evaluado el impacto que produce la expansión del crédito interno y la forma en que es rápidamente compensada por salidas de capitales. Es decir, en qué medidas los excesos de oferta monetaria son disipados por flujos de capitales y en qué proporción la expansión monetaria puede llegar a incidir sobre la economía en el corto plazo. Otro de los planteamientos tratados en la literatura económica ha sido la sensibilidad de los movimientos de capitales al endeudamiento externo del sector público. Aquí se evalúa si los inversionistas reaccionan rápidamente para proteger su riqueza ante el incremento de la deuda pública externa presagiando las consecuencias que éste puede traer en el futuro sobre sus ahorros en moneda doméstica.   

La medición

Las definiciones sobre la fuga de capitales que se encuentran en la bibliografía económica existente pueden agruparse en dos tipos. El primero de ellos no distingue entre flujos “normales” de capital y “fuga de capitales”, y busca medir la adquisición de activos extranjeros netos, o algún subconjunto de estos títulos, por el sector privado. El segundo tipo intenta hacer la distinción entre capital “normal” y “capital de fuga” mediante la medición del acervo de capital en títulos extranjeros que no genera ingresos que se reporten en las cuentas de la balanza de pagos.

En el interesante libro de Lessard y Williamson (1990): “Fuga de Capitales y Deuda del Tercer Mundo”, los autores se empeñan en destacar una aplicación práctica de las distintas metodologías económicas para medir la fuga de capitales, a través de los indicadores que la determinan, sus mecanismos de intervención y sus efectos políticos y sectoriales. Otra publicación de interés lo constituye el documento de trabajo sobre la “Estimación de la fuga de capitales bajo diversas metodologías para los casos de Argentina, Brasil, México y Venezuela”, del Instituto Torcuato Di Tella (1991) de Argentina, donde se presenta una revisión bibliográfica crítica en el cálculo de la fuga de capitales en la Región, analizando sus posibles causas, efectos y determinantes. 

El Banco Mundial (1985) y Erbe (1985) han sido los responsables de difundir el empleo de una definición más amplia y práctica sobre la fuga de capitales. Esta metodología toma los flujos de capital hacia el interior en la forma de aumentos en la deuda externa e inversiones extranjeras directas netas, y sustrae de estos flujos el déficit de cuenta corriente y el aumento en las reservas oficiales o balanza global. La diferencia entre dichos flujos, y la extensión a la que se utilizan para financiar el déficit de cuenta corriente y el aumento en las reservas, se toma para reflejar un aumento en los títulos extranjeros netos del sector privado. En efecto, este aumento en activos netos extranjeros es la medida que ellos adoptan de la fuga de capitales.

Simultáneamente, la definición adoptada por Morgan Guaranty (1986) también mide la fuga de capitales, pero vista como un residuo. Además del déficit de cuenta corriente y del aumento en las reservas oficiales, Guaranty deduce el incremento en activos extranjeros a corto plazo del sistema bancario del total de flujos de capital hacia el interior. Otros como Cline (1986) afirman que los ingresos por concepto de turismo y las transacciones de frontera deberían excluirse de las ganancias de cuenta corriente, ya que éstas escapan al control de las autoridades que vigilan el tipo de cambio; en consecuencia no deberían ser computados al calcular la fuga de capitales.

Cuddinton (1986) toma un método diferente para medir la fuga de capitales. Su enfoque se basa en las fuga de capitales de corto plazo, el cual considera con significado “típico”, toda la adquisición del sector privado de títulos externos. La fuga de capitales, que por definición consiste en la adquisición de activos externos a corto plazo por el sector privado no bancario, se calcula mediante la suma de los errores y omisiones a partidas selectas de capital a corto plazo que son seleccionadas en forma individual para cada país que se considere. En vez de centrarse en el movimientos de capitales, tanto de mediano y largo plazo como de corto plazo, Cuddinton (1986) elige considerar sólo el capital a corto plazo porque examina “dinero de contrabando”, fondos que responden rápidamente a cambios en los rendimientos esperados o a cambios en el riesgo. Presumiblemente, éstos son los fondos que potencialmente también serán los que regresen más rápido al país cuando cambien las condiciones (capitales golondrinas).

Ahora bien, la crítica que se le hace a Cuddinton es que los errores y omisiones de la balanza de pagos no consisten solamente en el capital a corto plazo no registrado. Por ello, en suma, es difícil establecer el caso más probable de que los fondos a corto plazo reaccionen con rapidez, ya sea en abandonar o en retornar al país de origen del inversionista. Un inversionista, que reacciona a condiciones desfavorables en su país (tal como una devaluación anticipada), puede adquirir acciones, bonos a largo plazo, depósitos o certificados con vencimiento a más de un año o bienes raíces, así como también activos financieros a corto plazo; todos con más o menos la misma motivación de adquisición.

El caso dominicano

Los indicadores de los movimientos de capitales en la economía dominicana sugieren que la dirección de los movimientos de capitales está fuertemente influenciada por el comportamiento de algunas variables macroeconómicas fundamentales. Ello deja claramente establecido que, tras un largo historial de restricciones a las tasas de interés, elevada inflación, crisis financieras, depreciación de la moneda, inestabilidad política, entre otros determinantes, no es extraño que los inversionistas procuren proteger sus ahorros adquiriendo activos extranjeros hasta que mejore el entorno doméstico y se perciba que existe un incentivo para repatriar capitales.

En la economía dominicana las salidas y entradas de capitales del sector privado han estado ligadas a las depreciaciones y apreciaciones experimentadas por el peso dominicano, por los incrementos o reducciones en las tasas de interés, por la relación entre la demanda de moneda extranjera y el crecimiento de la oferta monetaria, por el incremento de la deuda externa del sector público, por los niveles de las tasas de interés reales (ajustadas por la inflación) y por el rol que desempeñan las expectativas de devaluación de la moneda. De todas estas, existe cierto consenso en identificar la posibilidad de una devaluación como una de las causas más importantes de una fuga de capitales, convirtiéndose así en un mecanismo para protegerse del riesgo de una pérdida del poder adquisitivo de la riqueza mantenida en moneda doméstica (riesgo cambiario).

El autor es economista y profesor universitario. E-Mail: adolfomarti@verizon.net.do

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