Cómo sobrevivir a las calles de Santo Domingo

Cómo sobrevivir a las calles de Santo Domingo

Cada día es la misma odisea. No hay manera, por más que lo intente, de que no tenga que librar la odiosa batalla de sobrevivir a la propia ciudad. Es que ella, dominada por ciudadanos que no la respetan, se ha convertido en un espacio cada vez más hostil.

Subir a un elevado es, por ejemplo, una tarea más titánica que ganarle en un game boy a un adolescente o descifrar el contenido de una carta escrita en chino mandarín. ¿Lo peor? Cuando uno va por su fila (después de haber subido al segundo elevado porque al primero fue imposible) y se encuentra con que todo el que está haciendo fila detrás sale de la fila para irse hacia delante y metérsele a la fuerza a todo el mundo.

Tal parecería que el tiempo de los ciudadanos civilizados, esos que estamos en el lugar que nos corresponde y acatamos las leyes de tránsito, vale tan poco como la autoridad de los agentes de la AMET, quienes se han convertido en  artículos de lujo por excelencia. Es sorprendente ver que nadie respeta a los agentes de tránsito y que a ellos, al parecer, no les importa mucho que eso suceda. ¿Cuántas veces no ha visto usted, amigo conductor, que alguien cometa una infracción frente a las propias narices  de los AMET?

Lo único que siempre vigilan, y me consta, es que los vehículos que están en perfecto estado tengan su revista al día. Puede que, ante la imposibilidad de controlar lo incontrolable, se conformen con garantizar que el Estado nos cobre nuestros impuestos puntualmente.

Mientras, uno transita por Santo Domingo librando una dura batalla: que nadie se lo lleve por delante.

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