¿Cómo un banco central gestiona  reservas de divisas?

¿Cómo un banco central gestiona  reservas de divisas?

La gestión activa del dinero guardado en reservas en los bancos centrales, junto a la mayor diversificación de sus carteras, ha resultado  un instrumento cada vez más necesario en la economía de hoy. Este proceso se ve estimulado por el deseo de las autoridades de mantener el valor real de sus activos de reserva buscando, al mismo tiempo, aumentar sus rendimientos.

 Aún así, si bien hoy es necesario administrar mejor las crecientes reservas frente a las amplias fluctuaciones de los tipos de interés y de los tipos de cambio, el enfoque de la gestión de reservas por parte de los bancos varía en todo el globo, yendo desde una política de benigna negligencia a cálculos detallados y altamente matemáticos de medidas para reducir el riesgo y aumentar la rentabilidad.

Un país necesita tener reservas monetarias internacionales con el objeto de prevenir fluctuaciones excesivas a corto plazo en la tasa de cambio o en las tasas de interés cuando fluctúan los ingresos por exportaciones, los pagos de importaciones (sobre todo la factura petrolera) y los flujos de capital.

Por ello, la formulación de una política de gestión de reservas de un Banco Central se constituye esencialmente en un proceso que supone tres etapas: 1) la adopción de objetivos claros de inversión; 2), la selección de monedas en el conjunto de reservas (la combinación de monedas), y 3), la inversión de las monedas escogidas en instrumentos adecuados en los diversos mercados de capital y monetarios, siguiendo directrices apropiadas de gestión de cartera.

El Código Monetario y Financiero del Banco Central de la República Dominicana define las Reservas Internacionales Brutas como la suma de: a) Oro, depositado en la bóveda del Banco Central o en bancos o instituciones financieras en el extranjero; b) Divisas, ya sean en forma de cheques, giros, letras de cambio, aceptaciones, depósitos a la vista o a plazo en instituciones extranjeras; c) la Inversión en Valores, que incluye la tenencia de los  “Derechos Especiales de Giro (DEGS)”, las inversiones del banco en bonos de instituciones internacionales y las instituciones de corto plazo en bancos en el extranjero; y d) Aportes al Fondo Monetario Internacional (FMI), equivalentes a la parte de la cuota aportada del país a dicha institución en oro o divisas.

Objetivos y combinaciones
Los requerimientos básicos para una inversión que realice un banco central podría interpretarse como una declaración de objetivos claros de un programa de gestión de reservas y de cómo estos han de lograrse. Como hay un costo económico implícito o “costo de oportunidad” en la tenencia de reservas, el cual se mide a través de los tipos de rendimientos que supone su utilización interna, un importante objetivo debe ser compensar este costo administrando la cartera de reservas tan rentable como sea prudentemente posible. Claro está, como no se supone que los bancos centrales vayan a poner en riesgo las reservas del país, la seguridad del capital es considerada un objeto supremo. Otro objetivo es la liquidez de la cartera de reservas asegurando que un país estará en capacidad de estabilizar su tipo de cambio y de cumplir con prontitud sus necesidades de pagos. Regularmente, un banco central concentra sus reservas para inversión en los rendimientos que ofrecen los Bonos del Tesoro de los Estados Unidos por ser éste el instrumento de mayor seguridad y liquidez en el mercado internacional.

También han sido renglones de mayor importancia en la inversión de un Banco Central los depósitos e inversionistas a corto plazo en el exterior, el oro en custodia en el extranjero y los depósitos a la vista. Por todo ello, se hace cada vez más necesario que un banco central pueda distinguir entre las reservas requeridas para el desenvolvimiento financiero cotidiano del país y las reservas disponibles para ser manejadas a discreción. Debido a que tradicionalmente las reservas monetarias internacionales de los bancos centrales frecuentan una alta concentración en su cartera de divisas (casi siempre en dólares), una política moderna de gestión de reservas exige que pueda adoptarse una combinación de monedas, a  fin de seguir una gestión de cartera apropiada. De este modo, un argumento muy utilizado para justificar tener  una sola moneda que sea ampliamente negociada y aceptada, es que los mercados de divisas se encuentran hoy entre los mercados más eficientes. Es por eso que al querer tener la moneda que ofrezca la mejor gama de instrumentos del mercado global se apunte siempre hacia el dólar de Estados Unidos. Sin embargo, cuando existe una volatilidad considerable en los tipos de cambio o en las tasas de interés de un país, tener solo dólares podría llegar a ocasionar una elevada exposición a pérdidas cambiarias. Si bien ésta es una realidad, muchos países mantienen aún un alto porcentaje de dólares en las reservas monetarias de sus bancos centrales.

Sí es importante destacar que cuando se busca determinar una combinación apropiada de monedas en las bóvedas de un banco, otros factores que pueden tomarse en cuenta son las modalidades que ofrecen el comercio y los pagos y la distribución de monedas de la deuda externa del país. En la práctica, como los pasivos oficiales externos no suelen tenerse en el balance de los bancos centrales (y muy a menudo son substancialmente mayores con respecto a las reservas de divisas), no es siempre práctico hacer que “puedan cuadrar” los activos y pasivos externos. A fin de cuentas, las reservas se utilizan esencialmente para pagar importaciones, así que la distribución de las reservas respecto de las monedas lo que normalmente hacen es proteger el poder adquisitivo real. En suma, lo que enseña la sabiduría financiera convencional es que no es prudente tener todos los huevos en la misma canasta. La teoría económica recomienda que, al determinar la combinación de monedas, un país puede expresar mejor las proporciones como intervalos objetivos (en %) y no como porcentajes fijos. Este enfoque crea cierta flexibilidad operacional así como de inversión en la gestión de cartera y envía ajustes excesivamente frecuentes.

Gestión de cartera
El objetivo de una gestión de cartera de reservas es maximizar los rendimientos de cada moneda al tiempo que se minimizan los posibles riesgos. Por ello, un Banco Central determina el potencial de riesgo global en función a la elección de sus instrumentos de inversión. En teoría, ya sabemos que como lo que se busca más que nada es la seguridad de la inversión (es decir, protección frente al incumplimiento), los instrumentos deberían estar confinados en cada mercado de moneda escogido a valores del Gobierno nacional, deuda emitida por otros organismos garantizada por el Gobierno, o por organizaciones multinacionales con clasificación por encima de AA (o sea la más elevada). El riesgo de clasificación ligeramente más baja que AA+ tal vez se podría considerar para un endeudamiento soberano, en tanto que el riesgo AA puede ser considerado en el caso de instrumentos del mercado monetario a corto plazo tales como obligaciones de bancos.

De la misma forma, y habiéndose especificado los instrumentos de inversión para la cartera de reservas, es necesario adoptar un nivel aceptable de riesgo global. Este nivel de riesgo se puede dividir en dos partes. En un riesgo de crédito, cuando se relaciona con el riesgo de incumplimiento por parte de entidades en las cuales se invierten las reservas, tales como los bancos comerciales.

O también en un riesgo de mercado, cuando se relaciona con el riesgo de pérdidas efectivas,    y con los costos de oportunidad  debidos a movimientos adversos del mercado, por lo general de los tipos de interés.

La cifra

49.3 por ciento. 
Es el porcentaje promedio que han cubierto las reservas monetarias internacionales brutas del Banco Central con respecto al total del Medio Circulante (M1) del país, compuesto por la suma de efectivo y los depósitos.

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Riesgos globales

 Los riesgos globales pueden administrarse fijando objetivos para variables críticas de cartera y controlándolas. Estos objetivos se fijan atendiendo a ocho criterios: (1) por su disponibilidad de divisas, decidiendo un porcentaje mínimo que pudiera ser convertido en efectivo, aun con riesgo de pérdidas sustanciales de capital; (2) por la liquidez de cartera, fijando un porcentaje mínimo para ser convertido en saldos en efectivo sin pérdidas significativas de capital; (3) por la vida promedio de la cartera, que pueda expresarse como un intervalo en meses; (4) por limitaciones sobre los valores en cartera, fijando su vida promedio o limitando cualquier valor; (5) por limitaciones sobre los riesgos de la banca, adoptando una política para colocar depósitos, certificados o aceptaciones de banqueros, y (6) por límites sobre el riesgo soberano, especificando límites para cada gobierno.

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