¿Cómo vivirán los barberos?

¿Cómo vivirán los barberos?

El de barbero fue en el pasado un oficio modesto y no muy extendido en los pueblos, pero ejercido por ciudadanos de reconocida entrega a la comunidad.

El barbero por lo regular era persona de confianza en su demarcación, y de una relación casi familiar con sus clientes.

Instalar un negocio de barbería no requería de enormes inversiones. Bastaba con disponer de un pequeño local, un sillón provisto de una correa de cuero para “afilar” la navaja y una madera para acomodar a los pequeños.

Las barberías de la Capital no eran diferentes, y aún subsisten en las barriadas como opción para aquellas familias de ingresos limitados. No descubro nada, amigo lector.

La remembranza viene a mi mente al observar la extendida costumbre de muchos ciudadanos de exhibir pelo largo, copiosas melenas que mantienen por meses y años, sin visitar al barbero.

Pienso que al barbero de estos tiempos debe provocarle sequías económicas largas la “facha” de jóvenes, y no tan jóvenes, que tienen alergia al giratorio sillón.

No es general, por suerte, la moda del pelo largo que a veces hasta puede llegar a confundir el género del portador.

Las modernas peluquerías han resultado un negocio lucrativo para aquellos especialistas en innovadores cortes. Ahora acudir a un salón glamoroso puede costar “hasta un ojo de la cara”, para decirlo en el lenguaje “de calle”.

El hombre “moderno” no escatima esfuerzo, tiempo ni recursos para lucir bien. Y hay también un selecto grupo que se da el lujo de poseer hasta salón y peluquero privado.

Los tiempos cambian… la gente también.

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