¿Cómo y para qué estamos educando?

¿Cómo y para qué estamos educando?

En las semanas recientes, ha tomado fuerza y un matiz diferente el tema sobre la calidad educativa, vinculándolo, como ciertamente es, uno de los cimientos para el desarrollo sostenible del país, en como la educación es una columna vertebral del proceso de crecimiento social, capaz de generar un estado de bienestar y progreso de largo plazo.

Al reflexionar sobre el tema rescato una y otra vez, el pensamiento de ¿Cómo y para qué estamos educando? y me parece interesante, que repensemos juntos, sobre el tipo de educación que estamos cultivando como sociedad.

Todos y todas, le exigimos al Sistema Educativo Dominicano, eficiencia, eficacia, mejorías sustanciales en los indicadores internacionales en materia educativa. Incluso ahora, el gobierno central ha propuesto un «Pacto Educativo», para diseñar una nueva reforma del sector, y estoy convencida de que como parte de ese dialogo y compromiso nacional, es necesario que recuperemos como elemento indispensable que la “Educación” va mas allá, de ese proceso de enseñanza-aprendizaje que se da formalmente en el aula, de cualquier centro educativo de nuestro país.

El momento es oportuno para reconstruir colaborativamente la perspectiva de que educar, implica modelar valores, desarrollar competencias y habilidades y destrezas que no vienen dadas por las materias formales de lengua española o matemáticas. Educar, conlleva sumado a muchos otros elementos, el hacer de nuestras prácticas cotidianas, dentro y fuera del aula, un ejercicio democrático de tolerancia y respeto a las ideas de nuestros conciudadanos, implica atender a la diversidad y visibilizar que nuestros niños y niñas son personas de derechos.

Cuando observamos los acontecimientos sociales que se presentan diariamente en el país, leemos y escuchamos, noticias relacionadas con la corrupción, con la violencia, los embarazos de personas adolescentes, los robos, etc. Nos percatamos, de que quizás, la acción de esa persona, esta manifestando un claro divorcio entre la educación que estamos brindando en los centros educativos, con aquella que estamos modelando en nuestros hogares, en las comunidades o en la escuela.

Porque me atrevo a decir esto, porque en muchas ocasiones, los mensajes que nos llegan socialmente, tienen mas fuerza que los que son recibidos en el aula;  pesa mas, ver en las noticias, que alguien se hizo rico malversando fondos del Estado y que no pasa nada, a que en la escuela trabajemos el valor de la honestidad y la transparencia.

O bien, que en los centros educativos, fomentemos el ejercicio de la democracia, el respeto a las diferencias, y la participación de los alumnos y sus familias, a través de acciones positivas, que propician el empoderamiento social de estos/as, y que al mismo tiempo en que esto sucede, un director/a decida arbitrariamente desconocer los derechos fundamentales de una niña o adolescente, al retirarla de la escuela porque ha quedado embarazada.

Socialmente debemos hacer una pausa y volver a reflexionar, percatarnos de que actualmente estamos priorizando una educación donde el individualismo prima, sobre la formación de ciudadanos/as, que estamos propiciando el crecimiento profesional, sobre la base de que esto es indispensable para salir de la pobreza y para desarrollarse socioeconómicamente, y no esta mal, pero estamos dejando de lado, fomentar conjuntamente con ese perfeccionamiento del intelecto, el desarrollo personal-social de nuestros chicos y chicas, es el momento para colocar en el centro de la discusión, la necesidad de educar integralmente, teniendo como un norte, que esta integración, implica favorecer y facilitar el desarrollo de habilidades, que nuestros niños y niñas puedan aprender a pensar, sentir y actuar al mismo tiempo, y que esto lo hacemos a partir de los valores, motivaciones y conocimientos, que brindamos tanto en la escuela, como en nuestras comunidades y través de los mensajes implícitos que recibimos socialmente.

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