Comparación entre “Seva” y “La sangre ajena”

Comparación entre “Seva” y “La sangre ajena”

La simbolización de dos acontecimientos a través del ritmo y el sentido como son la imposibilidad de viabilidad de la independencia de Puerto Rico y la construcción de un Estado nacional en la República Dominicana es el rasgo  común a “Seva”, de Luis López Nieves, y a “La sangre ajena”, de Diógenes Céspedes.

Esto se advierte en las dos obras en cuestión en virtud de que los personajes que actúan en los sucesos narrados carecen de conciencia política, de conciencia nacional y de conciencia de clase para llevar a cabo tan ingentes tareas, aunque como figuras de lo real trabajan para lograr que los sujetos de la vida social, que no son figuras de lenguaje, lo logren.

En Puerto Rico, la construcción de una leyenda unificadora como “Seva” que se orienta a transformar lo posible en imposible, tendría que descartar al pueblo para su realización y esto sería peligroso y aventurero, pues supone que si un 5% o menos votan en cada elección por la opción independentista, esto equivale a decir que una minoría vanguardista, ilustrada y mesiánica se sustituye al pueblo para emprender semejante proeza. Esa ha sido la exclusión del pueblo en la construcción de la historia, aunque las Constituciones le invoquen, lo mismo que a Dios o su sustituto.

En la República Dominicana, según el itinerario simbólico de “La sangre ajena”, ese requisito sería imposible, porque ya sucedió en 1844. Los personajes de esta obra son pequeños burgueses que carecen de conciencia política, nacional y de clase.

En consecuencia, tanto en Borinquen como en la República Dominicana, simbolizada como país por el título “La sangre ajena”, a lo más alto que pueden aspirar los sujetos de la ficción es a una revolución en contra de la metafísica del signo que impera en ambas islas.

¿En qué consiste esta teoría política del signo? Para esta, el signo es un representante del objeto o cosa a que alude. Incluso si el signo no representa a nada ni nadie, él es idéntico al objeto. Por lo cual es contradictorio que la metafísica plantee también la doble ausencia, es decir, de la cosa y del significante, y del lenguaje y la vida. La metafísica y su política del signo se reconocen en que si hay identidad entre signo y cosa o ausencia entre el lenguaje y la vida, es lógico que en esta le instrumente el falso proceso al lenguaje, al cual acusa de insuficiente y mentiroso por no poder expresar toda la vida.

Luego, si el lenguaje o la lengua mienten, no hay construcción de teoría del sentido y el discurso ni la metafísica del signo tiene esto como propósito. Por esta razón, para la metafísica, el lenguaje, y todo lo que no sea lenguaje, será insuficiente y mentiroso, incluida la literatura, la poesía y las demás prácticas literarias.

Meschonnic llama traidor al lenguaje y la poesía al escritor que se alinea con la política de la metafísica del signo.

Hay que transformar esta proposición y plantear que hay dos clases de traidores al lenguaje y la literatura: El escritor que lo hace conscientemente luego de conocer lo que es la metafísica del signo y el que lo hace inconscientemente, porque no la conoce. Para mí, traidor al lenguaje y la literatura no tiene un sentido moral, sino ético y político.

En Puerto Rico existen escritores, críticos y artistas que conocen lo que es la metafísica del signo: Iván Silén, Elizam Escobar, Héctor Feliciano, dedicado ahora a rescatar obras de arte robadas por los nazis.

Feliciano estudió con Meschonnic en París, es decir, en la fuente de la antimetafísica del signo, es decir, la poética. Los demás y quienes conocieron a través de “Cuadernos de Poética” números 6, 7 y 8 los textos de Meschonnic donde define la metafísica del signo y sus efectos políticos e ideológicos para el lenguaje, la historia, el poema, el sujeto, el individuo, el Estado, lo social y la traducción, no son ajenos a este discurso. Pero lo importante para un escritor, artista o traductor o cualquier sujeto ligado a esta teoría, no es conocerla o recitarla de memoria, sino que lo capital es lo que cada cual hace con ella en la práctica.

Y la práctica es un sistema inseparable del lenguaje, de la vida, del sujeto y el discurso. Vale decir, toda práctica en contra de la metafísica del signo es un sistema. No es algo que se abandona hoy y se recupera dentro cinco o diez años, luego de haber conciliado con la política del signo.

La falta de dominio cabal del idioma debilita la estrategia y las apuestas de cualquier obra, de ficción o no, cuyo sentido esté políticamente orientado en contra del poder, sus instancias y las ideologías de época. Por ahora, esa es la única revolución exitosa en contra de la metafísica del signo. Hasta ahora, todas las revoluciones ocurridas en el mundo han sido hechas con la política de la teoría metafísica del signo, por lo cual han fracasado.

La revolución en contra de la metafísica del signo es una segunda Ilustración, pero con la política de lo radicalmente arbitrario, histórico y necesario del signo y con la apuesta del dominio cabal del idioma, pues sin este dominio se debilita el combate, aunque no lo anula, en contra de lo social, la historia y la literatura fundados en el signo.

 El debilitamiento no significa que el texto carezca de valor, sino que este no ejerce cien por ciento su eficacia en la transformación que del mundo, la sociedad específica y sus discursos deben experimentar los sujetos lectores.

Ese talón de Aquiles es el que me parece existe no solamente en “Seva”, sino en las demás obras de ficción de López Nieves, como veremos. Pero es también un “pecado” de los escritores que escribimos en idioma español.

En síntesis

El fracaso
La falta de dominio del idioma debilita la estrategia de cualquier obra, de ficción o no, cuyo sentido esté políticamente orientado en contra del poder.  Hasta ahora  las revoluciones  han sido hechas con la política de la teoría metafísica del signo y por eso han fracasado.

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