Las agresiones de las últimas semanas contra empleados de Medio Ambiente, la mas reciente a miembros del Servicio Nacional de Protección Ambiental que intentaron detener un camión cargado de arena extraída del río Nizao, las sufren desde hace tiempo, como la cosa mas natural del mundo, los agentes de la DNCD, con frecuencia recibidos a tiros y pedradas en barrios donde el narcotráfico y sus reglas pautan las vidas de sus residentes, sobre todo en las noches. Y no es una comparación exagerada. Areneros y narcotraficantes tienen en común, además de su ilegalidad, la alta rentabilidad de sus actividades, lo que también las hace tan difíciles de combatir y erradicar. El doctor Francisco Domínguez Brito instruyó reforzar la seguridad de su personal en los puntos de supervisión de delitos ambientales como una reacción a esas agresiones, pero lo mas importante es que se mantiene firme en su determinación de hacer entender a los depredadores “que la ley debe ser respetada y que haremos todo lo que sea necesario para que así sea”. Lamentablemente, su decisión de mantenerse intransigente en la defensa de los recursos naturales provocará que tanto las agresiones a su personal como los enfrentamientos con los violadores de la ley sean mas frecuentes y peligrosos, por lo que nuestras autoridades deben estar preparadas para darles la respuesta adecuada sin incurrir, por supuesto, en abusos ni excesos. Repito: lo que está ocurriendo con el personal del ministerio de Medio Ambiente ya pasó con los agentes de la DNCD, pero entonces no quisimos poner atención a las señales que mostraban la intención del narcotráfico de echar raíces y quedarse para siempre, y cuando nos dimos cuenta ya era demasiado tarde. No perdamos, también, la guerra contra los depredadores de nuestros ríos y bosques, pues cuando terminen su faena ni siquiera habrá un mañana donde sentarnos a llorar desconsolados por la leche derramada.