Compasión para las muchas víctimas de contaminación sónica

Compasión para las muchas víctimas de contaminación sónica

Compasión para las muchas víctimas de contaminación sónica. La sociedad dominicana se siente poco defendida de la emisión de ruidos muy nocivos que agreden hogares y hasta escuelas y hospitales causados en gran proporción por centros de diversiones y negocios que operan con maquinarias estrepitosas o que generan la presencia de públicos inmoderados.

El sistema de atención a quejas ciudadanas del 9-1-1 no ha estado dando abasto para los flujos de denuncias, o su accionar es restringido por un protocolo inhibidor que ha estimulado, por falta de autoridad, el surgimiento de negocios para los más groseros atentados sonoros en sitios habitados.

La contaminación ambiental que más castiga sectores, incluyendo áreas céntricas y residenciales, llega de amplificadores que ametrallan con exceso de decibeles la paz y el descanso en distintas perímetros urbanas.
El derecho a permanecer libre de la exposición a ondas sonoras de severos daños a los sistemas nerviosos es violado crecientemente sin que las autoridades reaccionen con la contundencia que esta atroz epidemia merece.

Parecen no comprender que los estruendos son tan perjudiciales al ser humano como las incursiones de intrusos a propiedades y privacidades. Y que contra la penetración sónica a los espacios familiares existen leyes.

Se ha pretendido últimamente intimidar a la Policía bajo inaceptables pretextos a favor de la libertad de comercio para que el país tenga que seguir bajo el azote de artefactos atronadores, una presión inaceptable.

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