Competitividad protegida con clientelismo

Competitividad protegida con clientelismo

Desde el 1962, el sector empresarial enarboló la bandera inicial del proteccionismo para caer en el siglo XXI con la demanda de crear las condiciones de competencia, sazonada con un fuerte clientelismo del Estado, de manera que las ganancias fueran mayores para los inversionistas, en perjuicio de los intereses mayoritarios de la población.

No ha transcurrido un solo año, bajo los gobiernos constitucionales desde 1962, en que el sector empresarial no ha dejado de recibir todo tipo de privilegios apoyados en leyes, decretos, permisos, incentivos a la pequeña empresa y micro-empresarios, así como el proteccionismo derribado por la fuerza de la liberalización del comercio internacional, reflejados en el DR-CAFTA.

La competitividad ha sido una dura tarea para el empresariado, que ha subsistido en base a un proteccionismo exagerado, muchas veces de manera legal y otras por debajo de la mesa, en connivencia con las autoridades políticas complacientes que favorecen a sus favoritos de turno, aportadores de fondos para las campañas electorales de los políticos.

Entonces, a medida que el comercio mundial se interconecta, gracias a la magia de las comunicaciones modernas, aumenta la desventaja en que van cayendo las empresas locales que no saben competir, ni son innovadoras con la invasión de todo tipo de productos que llegan de países lejanos a precios competitivos; el producto local enfrenta una avalancha de artículos manufacturados en mejores condiciones de precios y de calidad que los nuestros, los cuales, pese a las exoneraciones impositivas, no reúnen muchas veces las condiciones de calidad y precios de los productos extranjeros.

El producto criollo ha mejorado en su presentación y calidad en los pasados 25 años para poder insertarse, si así lo quieren bien, en el mercado global, lo cual se ha logrado con el tabaco, el ron y la cerveza, así con determinados productos del agro como el banano orgánico, el mango, el aguacate y algunos enlatados de salsas, guandules y habichuelas.

Pero ahora hay una alarma ante la proximidad, que por el acuerdo de DR-CAFTA es necesario eliminar ciertos aranceles que existen para determinados productos importados que son competencia de los similares dominicanos que por precios y calidad no pueden competir con ellos. Entonces, esos empresarios claman para la protección de sus negocios, los cuales, en una determinada época del desarrollo nacional, les permitió servirse con la cuchara grande, como aquella etapa de los 70 del siglo pasado con el programa de reemplazo de importaciones que estimuló realmente el desarrollo industrial dominicano.

De ahí surge el clientelismo político, que las administraciones de los pasados 12 años lo ha llevado a su máxima expresión con la serie de concesiones que se les otorgan a los empresarios que, sometidos a un sistema fiscal de despojo y una energía muy cara, es necesario sostenerlo en retribución a los compromisos políticos de los donantes para las campañas electorales.

De esa manera, se trastrueca los planes de desarrollo del país supeditados a los intereses de diversas índoles que pululan tanto en el campo político como en el empresarial, este se ve acosado cuando observa que las ventas de sus productos se paralizan, a sus exportaciones se les colocan trabas arancelarias, pese a los golpes de pecho para facilitar y reducir esos trámites para que exista mayor grado de competitividad e introducirse en los mercados de ultramar.

Hasta ahora, el mercado favorito del empresariado dominicano es el haitiano, y hacia allá se envía la mayor parte de la producción industrial local con escasa competitividad, que se ve amenazado con los vecinos abriendo los ojos por la presencia masiva de la MINUSTAH. De buenas a primeras han comenzado a sacar las uñas y con extorsiones, aranceles y amenazas quieren hacer tambalear el comercio para establecer condiciones a los productos locales que por años se recibían en Haití, lo cual obligará a los productores locales dejar de estar rogando al gobierno de más protección, exenciones e incentivos fiscales para hacerle frente a la realidad del mercado mundial de una agresividad comercial en base a precios, abundancia y calidad.

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