Competitividad y Libre Comercio

Competitividad y Libre Comercio

El pasado martes al leer un periódico matutino de circulación nacional, me encontré con dos mensajes bastante elocuentes, sobre cómo la actitud a veces puede determinar todo nuestro porvenir. El ejemplo viene a propósito de la coyuntura que representa el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.

Por una parte, desde la Asociación de Consumidores y algunos analistas económicos se advertía sobre las grandes amenazas que representa un acuerdo como este, tomando en cuanta que se negocia en los peores momentos para la economía nacional y sin contar con los estudios de impacto necesarios para hacerle frente a este proceso de negociación.

Al margen de que todos los que conocen cómo funcionan los mercados y las leyes más elementales de oferta y demanda coinciden en que acuerdos como estos eliminan distorsiones productivas, artificialidades y subsidios que perjudican principalmente a los propios consumidores, considero que para conseguir una mejor oferta norteamericana que la alcanzada en los acuerdos con México, Chile o con los propios centroamericanos, el mejor argumento de negociación es el compromiso que se asume con el Fondo Monetario Internacional y las dificultades económicas en la actual coyuntura.

Una cosa hubiese sido negociar hace cuatro años, cuando éramos el milagro económico latinoamericano, con los niveles de crecimiento envidiados por todo el mundo, una moneda aparentemente sólida y niveles de competitividad superiores, que negociar en las actuales condiciones donde podemos alegar gracias y concesiones producto de una situación coyuntural donde las asimetrías son mas evidentes.

Nuestro sector privado, con muy escasas excepciones, ha dado muestra de madurez al ver como una gran oportunidad este Tratado, que consolida institucionalmente un mercado que ha sido responsable de generar más de seis mil millones de dólares por año.

Y han sido ellos quienes en su mayoría, con sus propios recursos, han realizado sus estudios de impacto que les ha permitido tomar un papel proactivo en estas negociaciones, coincidiendo con su naturaleza de emprendedores agresivos.

Tal es el caso de los empresarios textileros, las diferentes asociaciones de industriales, productores agrícolas, empresarios de servicios en general y alguna que otra asociación de pequeños empresarios

Lo curioso para mí es que en la misma edición, como comunicado de prensa pagado, una empresa privada de bienes raíces, tomando como base de opinión un estudio de impacto financiado por ellos mismos, llama la atención de manera positiva y productiva al equipo negociador sobre el potencial del mercado dominicano que reside en New York, específicamente a partir de conseguir que se eliminen algunas barreras técnicas que afectan al libre comercio.

Vivimos más pendientes al temor de perder lo que tenemos que a ganar lo que nos puede pertenecer. Y ese puede ser el caso de los dominicanos que residen en los Estados Unidos. Según ese estudio, que publica resumido la empresa Remax Metropolitana, el 36.7% de los dominicanos poseen una vivienda en su país, y el 87.3 % volvería a invertir en el país; no obstante, el 97% de los más de un millón de nacionales ha pensado en esa posibilidad.

Todo esto representa una invaluable oportunidad para que el sector de servicios, que se ha visto vapuleado en los últimos meses producto de la crisis monetaria y la devaluación, pueda resurgir como el ave Fénix.

El ejemplo de cómo afrontemos esta situación refleja que las amenazas existen si obviamos las oportunidades. Todo está en mirar el vaso medio lleno en vez de medio vacío.

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