La presente coyuntura discurre en medio de una inédita mezcla de variables que determina su significativa complejidad y peligrosidad.
Los evidentes signos de crisis del sistema de partidos, la sostenida sucesión de apresamientos de bandas y estructuras delincuenciales vinculadas al narcotráfico y a las variadas expresiones de corrupción, tanto en la esfera política como en diversas esferas de la vida social, así lo indica.
En algunos de esos apresamientos, llevados a efecto por la Procuraduría de la República, se encuentran personajes pertenecientes a instituciones castrenses, congresistas de algunos partidos y funcionarios de dependencias gubernamentales.
Nunca se había apresado tantos militantes partidarios y altos oficiales de los cuerpos castrenses acusados y/o vinculados a estructuras del narcotráfico, algo aleccionador porque evidencia una loable voluntad de la PGR de enfrentar la corrupción y el crimen organizado.
Pero, también demuestra el carácter antidemocrático de las direcciones de los partidos al momento escoger a sus candidatos al Congreso y otras instancias del poder, evidencia otra de las tantas formas de la corrupción política… y social en que discurre nuestro sistema político. Esos escándalos debilitan cada vez más los niveles de credibilidad de los sistemas de partidos y electoral del país y, por tanto, de la democracia.
Esa circunstancia es particularmente peligrosa en una sociedad donde las mediciones registran un sostenido crecimiento de la tendencia de la gente a preferir un Gobierno de fuerza, “pero que resuelva”, a uno democrático que no lo haga.
Es riesgosa en una sociedad con escándalos del calibre de la filtración de los exámenes a los aspirantes a profesores en el sector público, con una institución policial incapaz de hacerle frente al crimen organizado o a la ratería menuda y con evidentes signos de deterioro ético y moral en diversas esferas. Vale recordar, además, que esta administración surgió de una coalición electoral que no se ha traducido en una efectiva coalición de Gobierno.
Desbancado del poder, el PLD, atraviesa por un proceso de deterioro que no le permite jugar un rol de partido realmente opositor y en lo inmediato no se registra otra colectividad política con capacidad de asumir ese rol.
Estamos ante una crisis del sistema de mediación política y con un partido de Gobierno tocado por los escándalos en que están envueltos algunos de sus miembros. También, vivimos una coyuntura que concitó esperanza de cambio.
Nunca se habían arrestado tantos políticos y militares por narcotráfico
Evidencia otra de las tantas formas de la corrupción política y social
Escándalos debilitan la credibilidad de los sistemas de partidos políticos