Complicidad entre impostores

Complicidad entre impostores

HAMLET HERMANN
En estos días, como cada año, han tenido lugar varios actos en recordación de acciones heroicas realizadas por dominicanos en el pasado. Se les ha rendido homenaje a Los Panfleteros de Santiago asesinados en enero 1960, a Los Palmeros de enero 1972, a la guerrilla de Caracoles de febrero 1973, a los combatientes de abril de 1965, a los ajusticiadores de Trujillo en mayo 1961, a las repatriaciones anti-trujillistas de junio de 1949 y 1959, así como a la insurrección de la “Agrupación Política 14 de junio” en diciembre 1963.

Estos homenajes hacen suponer que en esos dominicanos estaba encarnada la verdad y el bien.

El lugar común entre los hechos recordados es que tuvieron lugar durante los gobiernos de Rafael Trujillo, del Triunvirato golpista y de Joaquín Balaguer; es decir, dentro de un plazo de las cinco décadas más recientes. Tienen muchas personas que preguntarse entonces: ¿por qué todavía no se ha castigado a alguien por tantos crímenes y atropellos? ¿Pudieron eludir esos criminales la justicia dominicana escondiéndose en alguna isla del Pacífico remoto? No, todo fue más sencillo que eso. El Estado democrático, omnipotente a la hora de imponer tributos y de reprimir descontentos de los pobres, se convierte en la impotencia misma a la hora de perseguir a los criminales y corruptos del trujillismo, del golpismo y del balaguerismo. Eso para no mencionar a sus propios delincuentes y corruptos de turno.

Ninguno de esos héroes a los que les rendimos homenaje año tras año se suicidó. ¡Ninguno de ellos! Fueron maltratados, torturados y asesinados por dominicanos, siguiendo órdenes de políticos dominicanos alentados por funcionarios extranjeros. Los causantes de tanta vesania han permanecido casi siempre en el país y la justicia dominicana nunca llegó a ellos porque no quiso hacerlo. Luego de tanto tiempo transcurrido y con normas procesales modernas, ninguno de ellos podría ser retenido en una cárcel más allá de 48 horas. La impunidad para los indignos sigue imperando en un sistema donde la democracia es apenas una promesa demagógica.

Mientras cada año lamentamos por los amigos y compañeros asesinados, el Estado dominicano sigue rindiéndoles homenaje a sus verdugos. Cada militar de aquella época es reverenciado cada vez que entra a un recinto castrense y, en nombre de la Historia , sus fotografías de la época autoritaria engalanan los más lujosos salones. Resulta impresionante ver como los Generales de ahora se cuadran y hacen el saludo ante los militares que patrocinaron las peores épocas del crimen y el latrocinio. Imposible seguir llamándole “ajusticiamiento del tirano” a la muerte de Trujillo cuando el chofer que lo acompañaba recibe funerales con honores extraordinarios a pesar de que, se dice, nuestros héroes hicieron bien al eliminarlo. Haberle rendido funerales de Estado a uno de los golpistas más connotados de septiembre de 1963 es una bofetada a la mentada democracia que padecemos. Mientras, golpistas y connotados asesinos de aquellos tiempos reparten hostias presentándose como intermediarios de Dios. Bien dicen algunos que la ética religiosa de siempre ha sido la de que no importa tanto pecar si se reza mucho o que no debe insistirse en el buen comportamiento sino en los arrepentimientos oportunos.

El ideario de quienes precipitaron a República Dominicana en el horror de la tiranía trujillista y el despotismo balaguerista es todavía el mismo. De alguna forma sigue predominando a pesar del largo tiempo transcurrido. Los políticos han sido capaces de enriquecerse hasta la exageración aunque hayan fracasado ante la historia. Pero eso no les importa. Ellos han tenido el país en sus manos desde siempre y el resultado de su pensar y de su actuar es lo que tenemos ahora: el auge de la violencia, de la corrupción, de la miseria, de la inseguridad ciudadana y la desdicha de millones de dominicanos que claman y gritan sus penas pero el poder es sordo para ellos.

Por favor, no hacerse ilusiones de que la justicia va a condenar a los criminales y los corruptos de los gobiernos tiránicos. Tendrían que castigar a sus asociados balagueristas que los llevaron hasta el poder político de la nación. Sufrimos un poder político que simplemente es el instrumento que crea las oportunidades y allana los caminos a los ricos y a los funcionarios para que puedan apoderarse del país. Asimismo, ese poder sirve para impedir cualquier transformación social, no importa cuán pequeña sea.

Eso ha llevado a que la actitud de la mayoría de los dominicanos no esté ya encaminada a alcanzar el Cielo, sino a salir del infierno en que la arrogancia y la intolerancia nos han sumido a golpes de impunidad.

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