Complicidades

Complicidades

¿Nos hace cómplices la aceptación pura y simple de quienes cometen atentados contra la libertad, la democracia, la justicia, la igualdad, los derechos humanos y el sano equilibrio de la sociedad? Creo que tan culpables son quienes cometen esos delitos como quienes los aceptan.

Al personaje de Bertold Bretch no le importó que se llevaran los negros, los judíos, los comunistas, unos obreros, los sindicalistas, luego apresaron a unos curas, y cuando se lo llevaron a él ya era demasiado tarde.

Los malos no son, solamente, aquellos funcionarios que usan, abusan y roban los dineros del pueblo, también somos cómplices quienes vemos cuán violentamente, con qué velocidad cambia de modo de vida un pelafustán de ayer convertido por obra y gracia de un decreto en un señorón.

Hay dos situaciones que no se pueden ocultar fácilmente: la pobreza y la riqueza. Esos ricos de nuevo cuño, cuya acumulación de dinero es tan súbita, tan acelerada, no pueden ocultar el bienestar y compran toda suerte de bienes para lavar el dinero mal habido.

Lo grave es que quienes cometen el delito de robo contra el erario saben que no serán sancionados o que se aprovechará la mayoría en las cámaras legislativas para que se voten nuevas leyes que olviden los robos del pasado y se adopte, nuevamente, la política de borrón y cuenta nueva, como la ley aprobada por los diputados.

Poco después del magnicidio que se llevó la infame vida de Trujillo un aire caribeño muy pegajoso, con la chispa propia de nosotros, preguntaba “¿Adónde están los compadres, del compadre que mataron? Adónde estarán… y muchos que son”.

Se refería aquel aire burlón a quienes se unieron al carro del tirano sin ningún pudor, a esos que luego tuvieron el descaro de cambiar a tiempo la chaqueta para presentarse como afectados por el régimen despótico.

Esos son los mismos que hoy se hacen de la vista gorda, miran hacia el otro lado y no son capaces de enfrentar los desmanes que comete el Partido de la Liberación Dominicana amparado en la maldad y la ilegalidad con la que han corrompido el cuerpo político nacional y las instituciones hasta el punto de que dominan de manera dictatorial los tres poderes del Estado.

Un investigador antropológico descubrió, recientemente, que en nuestro país se produjo una importante mutación que traspasó a los humanos la característica del avestruz, que ante el peligro entierra su cabeza para no ver lo que ocurre.

Vivimos una situación en la cual nos resbala el control de la vida nacional por el PLD, la invasión haitiana que los tenemos hasta en la sopa y las vagabunderías políticas como las que encabezan Leonel Fernández y Miguel Vargas.

O somos ciegos, o somos cómplices.

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