Como nadie puede, aunque quisiera, devolverle la vida a los choferes vilmente asesinados para despojarlos de sus vehículos, y ya identificados y apresados los autores materiales de esas muertes, las autoridades deben concentrarse en perseguir y apresar a los responsables de vender por trasmano esos autobuses, cuyo destino final fue Haití, donde son muy demandados y nadie hace preguntas sobre su origen o procedencia. Ayer, precisamente, hubo buenas noticias en ese sentido, pues las autoridades que investigan el caso informaron del apresamiento en Elías Piña de Divaris Adames Lorenzo, al que acusan de comprar los autobuses robados, por los que pagaba entre 60 y 65 mil pesos cada uno, y será cuestión de horas para que sea trasladado a San Pedro de Macorís, donde le hará compañía a otras siete personas a las que se investiga para determinar su vinculación directa con los hechos. Desde luego, ahí no pueden detenerse las pesquisas, pues también es preciso determinar de qué manera, y con la complicidad de quién, pasaban esos autobuses por la frontera. Porque no se crean ustedes, mis queridos lectores, que los autobuses arrebatados a esos choferes han sido los únicos que han cruzado, como Pedro por su casa, hacia aquel lado. El último boletín del Observatorio de Seguridad Ciudadana señala que en los primeros tres meses de este año se ha reportado el robo de 227 vehículos, en su mayoría perpetrados ejerciendo algún tipo de violencia, incluido el asesinato, contra sus propietarios. Y agrega que el 80% de esos vehículos, entre los que figuran, además de autobuses, carros, camionetas y yipetas, son cruzados hacia el vecino Haití. ¿Cómo los pasan? ¿Quién está protegiendo ese trasiego? Porque sean quienes sean, y sin importar la influencia política o el rango que tengan, esa gente debe saber que al igual que los asesinos de esos cuatro choferes tienen también las manos manchadas de sangre.