Compra y venta de personas y/o partidos

Compra y venta de personas y/o partidos

César Pérez

La compra y venta de personas y/o partidos constituye una de las tantas taras de nuestros sistemas político y de partidos. La sistematicidad de esa mala práctica de nuestra clase política se acentúa durante e inmediatamente después de los procesos electorales, envileciendo a quienes se venden como a quienes compran, lastrando todo intento de institucionalizar el país y cualquier intento de gobernabilidad democrática en las principales instancias del sistema. Sin rubor ni pudor, singulares individuos y representantes en las instancias de los poderes locales y congresuales cambian de casaca y, sin rubor ni pudor, antiguos compradores estigmatizan a los nuevos.

Es el caso del entonces PLD de Leonel y Danilo, que compró el partido más enraizado en la sociedad dominicana: el entonces PRD, en breve, compró prácticamente toda la oposición organizada, una insólita práctica de corrupción política, quizás única en el mundo. Hoy, los partidos que lideran ambos personajes dicen que les “compran” militantes, diputados, senadores, alcaldes y concejales. Acusan al actual partido de Gobierno de incurrir en una práctica que ellos expandieron hasta la náusea en la cultura política de RD. Esa compra del PRD fue el inicio de la disolución de esa colectividad y de la presente crisis de partidos del sistema político dominicano.

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Quienes se venden suelen ser los peores de sus organizaciones, por lo cual se compra un producto de pésimas condiciones éticas, morales y propensos a traicionar la colectividad que los compra, causan malestar al interior del partido comprador, porque el vendido se vende por un cargo y exige, sus presumidos “galones”. Si era concejal, alcalde, diputado, senador o miembro de la dirección política de su partido, exige esos mismos cargos, despojando de estos a eventuales candidatos por el partido comprador.

Sin acuerdos entre actores políticos claves de un sistema es imposible establecer “mecanismos de inclusión social, de participación, de representación democráticas de la población en las instancias donde se toman las decisiones que le conciernen”, Joan Prat Catalá, a mayor nivel de ingobernabilidad, menor institucionalidad. La compra de miembros descontentos con sus partidos para ofrecerles candidaturas incrementa el control de los políticos de oficios sobre la representación en los cargos electivos, limitando las posibilidades de ingreso de nuevos talentos a la actividad política.

El país no puede seguir viviendo en el conservadurismo ancestral, en las diversas formas de corrupción en que nos ha sumido la cultura política del dispendio y las dobleces.

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