Comprar una casa: ¿será accesible en el futuro?

Comprar una casa: ¿será accesible en el futuro?

Ing. Leandro Pérez, gerente general de Punto de Inversión RD

Por: Ing. Leandro Pérez, gerente general de Punto de Inversión RD

A medida que el tiempo transcurre para los jóvenes, la respuesta a una pregunta no menor se vuelve cada vez más difusa: “¿Cómo haré para tener una casa propia?”

No es novedad para ellos, cuando comienzan a introducirse a la vida adulta, que obtener un espacio de su propiedad es prácticamente imposible. Y hay varios factores que les permiten llegar a esta conclusión.

Uno de los más evidentes es el hecho de que la población no para de crecer: la Organización de las Naciones Unidas ha estimado que entre el siglo XX y XXI el número de personas en el planeta se triplicó, pasando de 2.500 millones (año 1950) a unos 8.000 millones (2022). Entonces, un número exponencial de personas quieren acceder a su derecho de una vivienda digna, mientras la creación de espacios para vivir no puede seguirle el paso, claramente. Así, debido a la ley de oferta y demanda, el mercado se ve obligado a aumentar el valor de los inmuebles por la altísima exigencia de propiedades. Y no parece que la situación vaya a cambiar.

Ante la duda de las jóvenes generaciones de Millenials y Z (los nacidos entre 1981-1996 y 1996-2010 respectivamente), aquellos que llevan más tiempo viviendo en este mundo le dan a los jóvenes una sencilla solución a su dramático problema.

“Concéntrate en tus estudios, luego ve a la universidad y podrás conseguir un buen trabajo que te dé un buen sueldo. Porque levantar un lápiz es más fácil que levantar una pala”.

La generación X (personas nacidas entre 1965 y 1985) se criaron con la certeza de que los estudios académicos eran el camino seguro hacia el éxito económico. Y estuvieron en lo cierto; en su época la población era tres veces menor que ahora y el mercado inmobiliario tenía una relación de oferta/demanda más equilibrada por lo mismo, sin contar otros factores históricos, sociales y económicos.

Para tener una referencia más clara, la vivienda de USA en 1965 costaba alrededor de US$ 20.000, acompañado de un salario mínimo de aproximadamente US$ 200 mensuales. Para la fecha del 2023, el salario mínimo aumentó hasta US$ 1,000 mensuales, pero la compra de una casa tiene un valor promedio de US$ 511.000. (Fuentes: “Median and Average Sale Price of Houses Sold”, de la página web oficial de censos de Estados Unidos) (Fuentes: “Minium wages” de “department of labor”).

Esto significa que, en 1965, el precio de una casa superaba al salario mínimo unas cien veces. Y en estos momentos, el dato más actual refleja que en 2023 el inmueble promedio ya supera al salario mínimo por unas quinientas veces más. Y esto sin mencionar dos factores que aumentarían aún más esta brecha: la inflación y la replicación de este fenómeno en los países del tercer mundo o de economías emergentes.

A pesar de esto, muchas personas de la generación X parecen aún no darse cuenta que ya no viven en la misma época. Después de tanto tiempo, el mundo avanzó vertiginosamente y ya no juega con las mismas reglas. Aun así, criaron a los jóvenes con la mentalidad de que la educación académica iba a ser la llave que les iba a asegurar el éxito en sus vidas.

De esta manera, los jóvenes siguieron lo que todos afirmaban que era el camino seguro y terminaron encontrándose con otra realidad… y con otro obstáculo para llegar a su tan anhelada vivienda propia: debido a la gigantesca población que busca trabajo y al gran aumento de personas formadas académicamente, el valor del salario ha disminuido de manera sustancial, a su vez que los bienes materiales siguen aumentando.

La generación X tuvo una época con otra economía, con otras posibilidades, donde los conocimientos académicos convertían a las personas en una suerte de privilegiados de la sociedad. Pero ya no es así. Los jóvenes que terminan sus tecnicaturas, sus licenciaturas o sus doctorados se golpean con la dura realidad de no encontrar vacantes en los puestos para los que fueron preparados. A pesar de saber muchas cosas, ya no es suficiente. Y tienen que terminar conformándose ganando mucho menos de lo que ellos hubieran esperado por tan titánico esfuerzo como lo es graduarse de estudios superiores.

Entonces, si apenas pueden subsistir, ¿cómo pueden pensar los jóvenes en tener casa propia? ¿O siquiera un pequeño apartamento de una sola habitación? ¿Cómo acceder a un bien inmueble con números que solo la gente adinerada puede manejar? ¿Cómo se puede pensar en algo más que la renta eterna de un espacio?

Lamentablemente para los Millenials y la generación Z, esto aún no es todo a lo que se enfrentan.

El mundo en el cual crecieron, superconectado gracias al avance impetuoso de la tecnología creadora de internet y las redes sociales, generaron una tendencia que se vuelve cada vez más evidente. Y que es aún más contraproducente a la hora de decidir tener una propia vivienda.

Me refiero específicamente a la cultura de la inmediatez, de lo instantáneo.

Las empresas de redes sociales tienen que competir para captar la atención de los usuarios antes que sus competidores, y es por este mismo motivo que alientan a la creación de contenido cada vez más fugaz. Esto hasta el punto que los usuarios ya están acostumbrados a saltar aquellos contenidos que no lleguen a captar su interés en menos de 5 segundos. Tales son los ejemplos como YouTube que habilita la opción de ver los videos al doble de la velocidad normal; las notas de voz de WhatsApp que se pueden escuchar al doble de rapidez, etc

Pero esto es una tendencia que también se está trasladando a todos los aspectos de la vida. Las personas quieren su comida ahora mismo, quieren que sus compras por internet lleguen en menos de un día y claramente no va a ser diferente para los jóvenes que quieren luchar por una propiedad. Pues no van a ver como algo viable intentar pagar una cifra millonaria en sus próximos 20 años de vida, con un sueldo que lejos está de cubrir ese monto.

Dicho todo esto, solo parece haber un pronóstico acertado: el futuro se les viene encima a los jóvenes y no piensa detenerse. La población seguirá creciendo, el mercado seguirá avanzando, la tecnología también y cada vez será necesario tener más conocimientos para ser aceptado en un trabajo. Y con los números estratosféricos que puede llegar a tener un pequeño apartamento, es posible que tanto los Millenials como la generación Z abandonen cualquier sueño sobre tener un espacio que les pertenezca. Y en su lugar, lo cambien por la triste idea de que van a tener que vivir, por el resto de sus vidas, en un espacio que no le pertenece.