AP. Virginia, EE.UU. Una vez al mes, poco después de la medianoche, los sonidos de los escáners del supermercado Walmart de la ruta interestatal 95 comienzan a sonar en un coro de desesperación financiera.
Aquí y en tiendas de alimentos de todo el país, las cajas registradoras empiezan una frenética actividad minutos después de que el dinero con que el gobierno asiste a las familias más pobres es depositado en sus cuentas. Gente que ha estado racionando cosas básicas como la leche, la carne picada y el papel higiénico puede finalmente llenar sus estanterías de nuevo.
Empiezan a congregarse a eso de las 11 de la noche y dejan correr el tiempo, a la espera de que ingrese el dinero a sus cuentas. Apenas llegan las 12, van a pagar.
Los chicos están durmiendo. Se hace lo que se puede. No hay dinero, comenta Martin Young, quien junto con su esposa se apresta a pagar por una cantidad de productos.
Las secuelas de la recesión siguen haciéndose sentir en Estados Unidos, donde a mucha gente le cuesta llegar a fin de mes. Una de cada siete personas vive en la pobreza y más de 41 millones de habitantes reciben cupones alimenticios, comparados con los 35 millones del año pasado.