Comprometido a proseguir la lucha

Comprometido a proseguir la lucha

MINOU TAVÁREZ MIRABAL
Con esas palabras Manuel Aurelio Tavárez Justo, mi padre, invitó a tío Leandro Guzmán a sobreponerse al sufrimiento, al maltrato y a la violencia de la represión trujillista.

Nada puede detener a las mujeres y a los hombres motivados por causas justas.

La lucha no ha terminado, nunca termina. Sólo cambian los énfasis cuando lo que se busca está más allá de la capacidad individual o de un grupo y se aspira a la felicidad de todos y de todas.

Viene al caso esta reflexión, al iniciarse una nueva etapa en la vida política dominicana. Los resultados de la elección del pasado 16 de mayo significan un cambio cuya calidad y profundidad es motivo de grandes expectativas y por supuesto de grandes incertidumbres, como sucede con todos los procesos de cambios.

Los resultados electorales, en primer lugar, me obligan, me desafían, y me hacen sentirme una dominicana agradecida de la confianza puesta en mí por tantas voluntades.

Soy consciente, también, de que entre esas voluntades habrá muchas que marcaron mi nombre con la esperanza disminuida, con confianzas en retirada.

A todas y a todos los que pusieron su confianza en mí para que los representara quiero reiterarles que esa calidad la recibo como un desafío, como un compromiso. Es a trabajar que volvemos al Congreso.

El escenario post electoral se nos presenta con una variada oferta de cambios. Hemos venido hablando de la intención de cambios de la Constitución, de la Junta Central Electoral, de la Ley de Partidos, del Congreso.

Al escuchar la diversas opiniones se aprecia un consenso respecto a la necesidad de hacer cambios. Pero debemos ser claros desde el principio: ¿Cuáles son esos cambios?

Propongo que la medida de los cambios sea la democracia. Cualquier reforma, cualquier transformación de nuestras instituciones debe ser para favorecer más y mejor democracia y sobre todo más ciudadanía.

Así, los cambios constitucionales deben comenzar por la revisión del Artículo No. 55, esa pesada herencia del trujillismo, donación infamante del balaguerismo a los esfuerzos de construcción democrática. No nos prestemos a engaño: ése es uno de los fardos que han transformado nuestra transición en interminable.

La Junta Central Electoral debe ser una estructura de Estado responsable de aplicar la ley, no de interpretarla. Necesitamos una nueva Ley Electoral que considere cambios en las demarcaciones y que haga posible más equidad y mayores equilibrios en las instituciones representativas. Una nueva Ley Electoral que norme los procesos electorales y que la Junta Central Electoral haga cumplir.

¿Qué democracia puede ser estable con cambios cómo los que sufrimos cada cuatro años? Anoto que pasamos de un Senado con 29 representantes de un partido a un Senado con 22 de otro Partido.

Sin partidos políticos no hay democracia. Pero con partidos poco democráticos, tenemos poca democracia, escasa ciudadanía. La Ley de Partidos necesariamente debe transparentar la forma de elección de sus dirigentes, de su financiamiento. La aprobación de una Ley de Primarias y las elecciones internas de los Partidos normadas por la nueva Ley Electoral, sin duda mejorarían la calidad de nuestra democracia.

Respecto del Congreso, se debe encarar sin más rodeos su transformación en una comunidad de mujeres y hombres elegidos para hacer las leyes. Se debe fortalecer mediante ley su función fiscalizadora, revisar la modalidad de formulación de su presupuesto y de su ejecución, transparentar el tema de los recursos que los legisladores necesitan para bien cumplir sus obligaciones, definir las incompatibilidades de la función legislativa con actividades empresariales e intereses corporativos.

Esta lista no pretende, de manera alguna, ser exhaustiva, sólo es un insumo para el debate ciudadano, y un desafío para nuestra nueva gestión.

Y es, por supuesto, la reiteración de que no olvido que fui elegida para trabajar por más democracia y por más ciudadanía.

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