Hay riesgo que la tecnología en Educa- ción se convierta en un fin en sí misma
El Pacto Nacional para la Reforma Educativa en la República Dominicana (PNRE), el primero y único concretizado de los pactos consignados en la Estrategia Nacional de Desarrollo (END), fue un proceso altamente participativo que logró ser suscrito por casi la totalidad de actores políticos, económicos y sociales del país, trató y adoptó explícitamente una visión conjunta de futuro de la educación dominicana al 2030 en los siguientes términos:
“La educación es un derecho y un bien público de acceso universal y con equidad; orientada a construir ciudadanía plena mediante la formación integral de personas conscientes de sus derechos y sus deberes, respetuosas de los principios y valores constitucionales; personas autónomas, solidarias, éticas y socialmente responsables, comprometidas con la igualdad y equidad de género, la atención a la diversidad, el uso sostenible de los recursos naturales y la protección del medio ambiente; personas capaces de vincularse de manera crítica, creativa y transformadora con el progreso científico-técnico, social y cultural, e integrarse activamente al desarrollo nacional y a la construcción de una sociedad más justa inclusiva e intercultural a nivel local y global, para vivir de manera digna y pacífica”.
Otro gran compromiso apunta a donde queremos llegar es el Objetivo de Desarrollo Sostenible No. 4 (ODS4), adoptado por la mayoría de los países del planeta, y el cual sintetiza y responde a muchos otros de compromisos asumidos por la sociedad dominicana en torno a la educación:
“Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”.
Este compromiso de gran envergadura responde al mandato contenido en la Constitución de la República (art. 68), la Ley General de Educación (66-97) y la Ley Orgánica de la Estrategia Nacional de Desarrollo (01-12); y a los compromisos del Pacto Nacional para la Reforma Educativa.
Luego de haber concebido de manera plural una visión compartida sobre la educación que anhelamos y merecemos, es decir un objetivo, un norte, necesitamos definir ¿de dónde partimos?, ¿dónde estamos? Reconocidos el punto de partida y el punto de llegada, se requiere diseñar políticas, estrategias, programas que nos permitan cerrar las brechas para lograr el futuro deseado; con el agravante que este “futuro deseado”, es decir educar y proteger nuestros niños, niñas y adolescentes, que de acuerdo con la constitución vigente adquiere grado de derecho fundamental.
En tal sentido, tiene un alcance que incluye los niveles educativos: Inicial y Secundaria, introduce las figuras de las garantías a los derechos fundamentales y la acción de amparo ante la vulneración de los derechos fundamentales. Pero, además declara la educación de calidad como obligatoria en los niveles básico y medio, y la declara como uno de los deberes ciudadanos fundamentales.
Reconociendo que los objetivos propuestos tienen rango constitucional que se alcanzan en el mediano a largo plazo y dejan poco espacio para poder variarlos; las circunstancias que actualmente enfrentamos debido a la pandemia por el COVID nos obligan a centrar la mirada en ajustar las estrategias y los programas que permiten dar respuestas a los grandes retos pendientes.
El Estado está en el deber de garantizar: (a) el acceso a la escuela a todos los estudiantes, (b) asegurar su permanencia y flujo, y (c) que la oferta educativa resulte de calidad. Es importante combinar estos tres pilares con (d) un programa de formación y desarrollo de la carrera docente, así como (e) definir y desarrollar un Modelo de Gestión centrado en los resultados y que parta de los grandes procesos de la organización.
Esto se dice de manera fácil, sin embargo, muy consciente de la cantidad de variables (personas, recursos didácticos, normas, financiamiento, etc…), mecanismos de control, evaluaciones que entran en juego, y como todas, deben interactuar de manera armoniosa para lograr efectividad en los resultados deseados.
En tiempos de pandemia, al diseñar estrategias novedosas de educación a distancia apoyadas del uso la tecnología, debe hacerse tomando en cuenta los cinco pilares arriba detallados y sobre todo el objetivo final. Existe vasta evidencia que establece el riesgo de que la tecnología en Educación se convierta en un fin en sí misma o que se vuelva un distractor cuyos resultados no son los deseados.
Es por esta razón, que casi la totalidad de actores que conforman la comunidad internacional vinculado al tema educativo evitan asumir la virtualidad como solución definitiva y proponen retornar a la educación presencial o ir haciendo la transición a la educación semipresencial; claro está, adoptando los protocolos de seguridad indicados por las autoridades competentes.
Terminamos esta reflexión reconociendo la validez de adoptar rutas alternas en cuanto a las estrategias y programas educativos. Sin embargo, resulta muy importante que se haga con la mirada puesta en el destino final, que será el mismo que aparece consignado en la Constitución de la República, en la END, en el PNRE y en el ODS4.