Compromisos políticos ahogan los buenos propósitos

Compromisos políticos ahogan los buenos propósitos

 Desde que en la década del 60 del siglo pasado la democracia defectuosa se instaurara ya como una forma de vida institucional, los dominicanos  hemos vivido angustiosas experiencias con el manejo y ambiciones de los políticos, procurando acaparar el poder, que a nombre del bien común, mantienen a la ciudadanía a merced de sus antojos y propósitos.

 Todo tipo de acuerdos se han gestado, por los protagonistas de la vida política, para garantizar la ascensión y mantenimiento en el poder, no importando los medios para lograrlo hasta venderle su alma al Diablo como Fausto, aquel personaje de Goethe. El país se ha enterado de muchas maniobras, que hasta elecciones estuvieron supeditadas a acuerdos de aposento, para  así perdurar en el angustioso caminar democrático de los pasados 50 años.

 Y a medida que la población crece y la economía también, y más dinero  está disponible,  incluyendo el mal habido que pulula  como verdolaga en todos los ambientes, los políticos se enredan  con todo tipo de sectores sociales, con tal de alcanzar sus objetivos. Y los que se convierten en  líderes  se ven rodeados y  amarrados con una serie de compromisos que le hacen torcer el pulso después de  haber pregonado y mostrado por años una honestidad y seriedad a toda prueba.

 Esos compromisos, que no se pueden evadir, obliga a los políticos triunfantes, para alcanzar el poder, a cumplirlos aun cuando sea más amargo que un té de retama, ya que la cuantiosa cantidad de recursos que se les puso en manos cuando era un desconocido, sin fortuna  y sin aparentes posibilidades de alcanzar el poder, debe ser retribuido, entregándole cargos con recursos abundantes, y que por su naturaleza permite esquivar regulaciones legales establecidas hasta en la  Constitución del 2010.

 Y por otro lado, están los compromisos políticos  que se contraen en base al apoyo de partidos políticos, que alguna vez gozaron de gran empuje y membresía, pero ahora aportan un apoyo que le asegura al candidato  lograr la victoria,  creándose   una fuerte obligación  para asegurarle un disfrute muy notable de los recursos del Estado en forma de contratos y miles de botellas que no  rinden ninguna función productiva en la administración pública.

 Eso da paso al compromiso más irreductible, y casi imposible de sacudirse del mismo, ya que al crearse un maridaje del compromiso político, se origina un tipo de extorsión muy singular en que un político electo presidente, y en pleno ejercicio del poder, revestido de las mejores intenciones, choca con un tumor canceroso con el cual tiene que vivir durante su gestión, sin atreverse a tocarlo, ni extirparlo mínimamente, para que no reviente y produzca una crisis que sería dañina a su gestión.

 Los compromisos políticos  y económicos, que un líder político contrae para asegurar  su triunfo, al final de cuentas, resultan fatales para la vida institucional  del país,  ya que las maniobras que se realizan para sostenerlos  siempre  van en perjuicio de los recursos del Estado. El gobierno se ve compelido a exigir impuestos  al contribuyente que se ve agobiado  con tantas reformas fiscales; casi nunca se revierten en beneficio para los gobernados que tan solo ven el aumento de la corrupción, y esperando la nueva embestida de nuevos impuestos.  Las generosas ubres de la vaca lechera oficial amamanta a los que desde el poder  necesitan resarcirse de sus sacrificios y aportes al momento que invirtieron  a futuro en un político que lucía que podría llegar al poder, haciendo encajar en ese proyecto a agrupaciones  políticas,  muchas descalificadas,  pero con cierto caudal de votos que aseguran así su existencia, para luego venderse al próximo aspirante presidencial  que pudiera oler a poder.

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