Compromisos

Compromisos

La realización de unas elecciones transparentes, diáfanas, sin resquicios en que puedan anidar descreimientos y dudas, tiene que convertirse en nuestro objetivo supremo del momento, o la democracia que decimos ejercer será una caricatura política repudiable e insignificante.

El hecho de que el embajador de la Unión Europea, Miguel Amado, o Roger Noriega, de los Estados Unidos y otros representantes de democracias amigas nuestras hayan insistido tanto en que los comicios de mayo tienen que ser transparentes, es una clara señal de que algunas cosas parecen estar nublando el panorama electoral dominicano.

Se trata de que hemos ido acumulando motivos para esta suerte de sospechas, no sólo por las fisuras preocupantes en partidos políticos mayoritarios que deberían apuntalar la democracia y la institucionalidad, sino también porque decisiones de organismos de la Junta Central Electoral (JCE) en cuanto a la crisis de uno de los partidos, parecen haber desbordado de manera abundante el cauce institucional de facultades y jurisdicciones en materia contenciosa, hasta usurpar calidades en el ámbito estatutario, que es intimidad de las agrupaciones políticas.

Las dudas sobre la buena marcha del proceso electoral están ocupando la atención de mucha gente. A nivel local se habla a diario de este asunto, no solamente en foros de partes interesadas, como los partidos políticos y sus líderes, sino fundamentalmente en ámbitos probadamente empeñados en el fortalecimiento de la institucionalidad democrática.

Pero las mismas preocupaciones han motivado la presencia en el país de representantes del Grupo Dublín, conformado por países europeos, asiáticos y norteamericanos, y no hace mucho se manifestó sobre el particular Roger Noriega, subsecretario estadounidense para Asuntos del Hemisferio Occidental. En fin, no es alharaca política, inventos de la prensa ni nada parecido, sino que realmente algo huele mal en este proceso.

Un país con una economía en crisis, empeñado expresamente en atraer inversión extranjera y expandir aún más su oferta turística; un país en el cual la desconfianza y el temor de los actores económicos determina el comportamiento del mercado cambiario y otras variables, no puede gastarse el lujo de caer también en trastornos políticos que sobrepasen las dimensiones de las querellas internas de los partidos o la lucha por alcanzar el poder con apego a las normas y reglas que garantiza la democracia.

Lejos de armar truños, deberíamos meditar sobre el hecho de que tantos ojos no pueden estar equivocados hasta ver amagos de crisis donde no los hubiere. Y ocurre que somos nosotros mismos los que tenemos que convencernos de que podemos reparar y poner a marchar correctamente esta democracia, y preservar el prestigio que hemos ganado como país armonioso.

Desde una de las instancias políticas del sistema se ha añadido al proceso electoral un ingrediente que aumenta las preocupaciones, toda vez que faltando tan poco tiempo para las elecciones y con las expectativas del estreno del voto en el exterior, se pretenden modificaciones a la Ley Electoral para acomodar los procedimientos de selección de la nominación presidencial a los intereses del grupo en el poder. La propuesta no ayuda en nada a disipar las sospechas de que algo no anda bien en nuestra democracia y que poco estamos haciendo para corregir el rumbo y cumplir el que debe ser nuestro supremo compromiso del momento.

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