Computadoras ¿para qué?

Computadoras ¿para qué?

La Junta Central Electoral no puede seguir escurriendo el bulto. El problema para estas elecciones es que las autoridades electorales no gozan de credibilidad entre la mayoría de la población dominicana. Eso quiere decir que la confianza ante esos jueces anda volando tan bajo como el peso dominicano. De ahí que, no importa lo que hagan esos jueces en un sentido o en otro, siempre habrá dudas sobre sus decisiones. Su pecado original los condena por vida.

Ellos son el producto de la voluntad y la preferencia de los Partidos tradicionales. Fueron nominados y elegidos gracias a sus simpatías políticas y muy pocos confían en que serán imparciales y justos. Así que tienen que tener mucho cuidado con cada paso que den porque las dudas los arropan de pies a cabeza.

Dentro de ese ambiente de desconfianza, deberíamos convencernos de una vez y por todas de que para contar los votos el 16 de mayo próximo las computadoras no son imprescindibles. Sumar es una de las operaciones más elementales que tiene la aritmética y la obtención de un total no necesita de un sistema binario para conocer con exactitud los resultados en corto tiempo. Los ordenadores electrónicos pueden haber sido muy útiles mientras se organizaba el padrón electoral y se pretendía asegurar quiénes podían votar y dónde hacerlo. Pero ahora, si el proceso de suma de los votos se quiere hacer con transparencia y sin despertar tantas sospechas, sólo necesitamos lápiz, papel, borrantes y, quizás, reglas plásticas y sacapuntas.Claro, sin olvidar el famoso «palito» fraudulento que hizo posible en Santiago que la senaduría fuera a parar a manos del gobierno

Otro de los grandes problemas reside en que, cuando se abastece de la información a la computadora muy pocos saben qué pasa en aquella selva de «chips». Luego de que los resultados de cada mesa electoral son metidos en la enorme computadora de la Junta Central Electoral sólo «los elegidos» saben el destino que tendrá el deseo democrático de los dominicanos. Y eso es muy peligroso. La programación fue hecha bajo la supervisión y responsabilidad de estos jueces, politizados y orientados en su mayoría hacia el continuismo. Son tan obvias sus preferencias políticas y tan débiles las defensas de su imparcialidad que la inversión de la prueba se impone. Es decir, los jueces tienen que demostrar su inocencia y su imparcialidad. Antes que transparentarse, el proceso se enturbia por la falta de confianza. Estamos, no importa cuántas demostraciones técnicas se hagan ante los periodistas, bajo la sospecha del fraude. Sabemos que «después del palo dado, ni Dios lo quita» puesto que las decisiones de esa JCE son inapelables y tenemos que anticiparnos a lo peor.

Y como para ponerle la tapa al pote, surge esta pasada semana la publicación de un informe en el que se dan a conocer las debilidades del sistema informático de la Junta Central Electoral. Eso quiere decir que a dos meses de las elecciones todavía no han sido calafateadas todas las grietas por las cuales el bote electoral puede hacer agua y hundirse. Peor aún, aquellos jueces electorales y asesores de la sociedad civil que debieron sumarse a la preocupación general por las evidentes debilidades, reaccionaron de manera bizarra. En vez de admitir humildemente las fallas y comprometerse a corregirlas, lo que hicieron fue indignarse y buscar culpables de la filtración del informe. O lo que es lo mismo decir que no son capaces de admitir sus errores sino que, por el contrario, sólo piensan en reprimir a quienes contribuyen a la transparencia y limpieza del proceso electoral.

Asimismo, empiezan a buscar culpables exteriores hablando de «hackers» exteriores cuando los que más daño pueden hacer están justo dentro del edificio de la JCE. Si lo que les preocupa son los «hackers» que pudieran interferir en los conteos de votos democráticamente depositados, lo que debían hacer es llevarse de mis consejos. Sumar es una de las operaciones más elementales que tiene la aritmética y la obtención de un total no necesita de un sistema binario para conocer con exactitud los resultados en corto tiempo. Olvìdense de las computadoras para buscar el total de votos. Si el proceso de suma se quiere hacer con transparencia y sin despertar sospechas, búsquense lápiz, papel, una borra y un regla plástica. Ya nos ocuparemos entre todos de que el «palito» fraudulento no vuelva a aparecer.

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