Comunes y corrientes

Comunes y corrientes

“Hombre común y corriente” es un viejo membrete que se aplica a los ciudadanos de bajos ingresos en todas las ciudades del mundo. Lo usan sociólogos, economistas y mercadólogos; periodistas y escritores muy agudos, no han escapado a la fascinación de un estereotipo verbal con el cual pretendemos atrapar, conceptualmente, al “hombre de la calle”. Esas expresiones son comodines abstractos, construcciones ideales a la manera platónica, como el triangulo, el círculo y otras figuras geométricas. El pensamiento no puede operar sin esos “rodamientos” intelectuales. Pero el “hombre común y corriente” no es como el hombre de Neanderthal, que mantiene un modelo fijo.

En los museos antropológicos podemos mirar reproducciones de los cráneos del hombre de Neanderthal, diagramas del ángulo facial de este antecesor del hombre actual. Pero eso no ocurre con el “hombre común y corriente”. Mientras el de Neanderthal es descrito como “de cuerpo ancho y corto, con dentadura amplia y saliente y poco mentón”, el “común y corriente” de nuestros días está en continua evolución física, ideológica, sentimental. El hombre de Neanderthal es un fósil; el común y corriente, un ser vivo en pleno proceso de transformación. Los naturalistas discuten aun acerca de si el hombre primitivo podía hablar en la misma medida que el hombre actual.

A los políticos les interesa saber qué cosas piensan los hombres comunes y corrientes. No les interesa conocer sus características craneales, ni el tamaño de sus narices. El “común y corriente”, habla mientras camina con un teléfono móvil en las manos; paga gozosamente un “montón de minutos” de parloteo a las empresas de comunicaciones; también paga a los cirujanos plásticos para que le “rediseñen” la nariz o la mandíbula. Hombres y mujeres “corrientes” cambian la apariencia de sus rostros mediante la intervención de ortodoncistas.

El “común y corriente” ya no cree en lo que dicen los políticos; no tiene fe en que los tribunales de justicia respetarán “los debidos procesos”. No se deja engatusar por promesas partidistas, ilusiones ideológicas, esperanzas en “cambios sociales”. Sabe que delincuentes y narcotraficantes difícilmente serán perseguidos. Está convencido de que “el costo de la vida” seguirá subiendo. El mercadeo político de las próximas elecciones requerirá de antropólogos expertos en hombres “corrientes”. (5/4/2014).

Publicaciones Relacionadas

Más leídas