Comunicación y oscurantismo

Comunicación y oscurantismo

J. LUIS ROJAS.

La Edad Media, período comprendido entre el fin de la Era Antigua del siglo V hasta el Renacimiento en el siglo XIV, época en la que el oscurantismo tuvo su mayor auge, ya que el mismo fue empleado como ideología o doctrina. Tanto en el pasado como en el presente, el oscurantismo ha servido a la élite dominante como plataforma para lograr que las masas piensen, decidan, actúen y hablen en función de sus irritantes intereses y relativas verdades. Desde sus diferentes poderes facticos, la clase dominante se ha valido del oscurantismo para justificar sus ideas retrógradas, sus conductas irrazonables y sus prácticas irreprochables. En pocas palabras, el oscurantismo impide que las audiencias desarrollen pensamiento critico para conocer y trasformar su realidad.

Ahora menos que ayer, gracias al desarrollo de medios alternativos como la internet y las redes sociales, la clase dominante siempre ha contado con los medios y recursos para incidir en el comportamiento individual y colectivo de los seres humanos. Ellos, los poseedores del poder económico y político, son, además, los dueños de los grandes sistemas de comunicación masiva, los cuales son empleados como plataforma mediática para enviar mensajes alienantes a las masas. En este contexto, el rol de los mass media tiene como objetivo defender a capa y espada los intereses de sus propietarios: la élite dominante. Por lo general, los mensajes alienantes de la comunicación mediática esclavizan a las audiencias y no les ayudan a buscar alternativas para enfrentar y mejorar sus condiciones de vida.

Más allá del entorno local, regional y mundial, los que gozan y disfrutan la miel del poder económico y político, ni por un segundo olvidan que la comunicación masiva tiene el poder persuasivo suficiente para inducir a las masas a que asuman determinados patrones de comportamiento. ¿Por qué los contenidos de los medios de comunicación masiva de la clase dominante no facilitan la educación de las masas? ¿Qué pasaría si los mensajes que difunden los grupos de comunicación, propiedad del poder económico y político, sirvieran para que las audiencias desarrollen pensamiento crítico? A la élite económica y política le conviene que las masas vivan inmersas en el oscurantismo. Desde la lógica del capitalismo salvaje y la política como medio de control social, es más beneficioso crear comunidades de consumidores compulsivos y segmentos de electores ignorantes.

El propósito de la élite dominante con la comunicación masiva es el mismo en todas partes: idiotizar a las masas. Es decir, elaborar y difundir una narrativa alienante, que imposibilite a las audiencias percibir las malas intenciones de los mensajes. A juzgar por los hechos, podría afirmarse que la mayoría de las estructuras mediáticas comunicacionales, tanto en el plano local, regional como en el mundial, operan como plataforma persuasiva al servicio de los intereses del club de la élite económica y política. Ojalá que los hombres económicos del nuevo capitalismo y los políticos al servicio del bien común, permitan que sus medios de comunicación se conviertan en espacios facilitadores de conocimientos que ayuden a los ciudadanos a ser sujetos de cambios en sus respectivos entornos.

La forma, los contenidos y la intención de los mensajes que difunden continuamente los distintos medios de comunicación masiva, no han servido para formar ciudadanos críticos e interesados en conocer las causas, las consecuencias y los protagonistas de los hechos, situaciones y realidades que generan corrupción, pobreza, desigualdad socioeconómica, pandemia, conflictos bélicos, invasiones y carencias de los servicios básicos. Es inaceptable que en pleno siglo XXI, la élite económica y política continué empleando sus medios de comunicación masiva para mantener en el oscurantismo a las audiencias. La comunicación, sin importar su modalidad: social, institucional, comercial, política, es un insumo esencial para garantizar la convivencia sana entre los individuos y los sistemas sociales, así como prevenir los conflictos provenientes de la insatisfacción de las necesidades humanas. Todos los tipos de comunicación deberían tener como objetivo troncal erradicar el oscurantismo y promover el conocimiento holístico entre todos los ciudadanos, como vía para entender y modificar las distintas dimensiones de la realidad. En pocas palabras, la aspiración es hacer de la comunicación un medio que contribuya a crear seres humanos capaces de impulsar sus propios cambios.

La comunicación transformadora y liberadora ayuda a los ciudadanos a ser sujetos críticos y responsables de sus decisiones, actuaciones y opiniones. En cambio, los mensajes de la comunicación masiva que oferta la élite dominante son extremadamente alienantes, los cuales solo sirven para ocultarles a las audiencias las causas que originan determinadas situaciones y fenómenos adversos a su bienestar. En este orden, los contenidos alienantes de la comunicación provocan que los individuos se conviertan en sujetos indiferentes de los hechos y realidades que los mantienen en situaciones socioeconómicas desfavorables. La comunicación alienante transforma a las audiencias en manadas de consumidores impulsivos y a los electores en votantes emocionales.

La comunicación alienante, cuyo propósito consiste en sustituir el conocimiento por el oscurantismo, despoja a los individuos de su propia capacidad para decidir y actuar con libertad y hacerlos dependientes de los supuestos beneficios que les proporciona una marca o de las promesas falsas que les hace un político. De esta manera, los alineados permanecerán dentro de sí mismos, sin realizar ningún tipo de acción, especialmente por el oscurantismo social creado de manera deliberada. Sin duda, el oscurantismo que provocan los mensajes de la comunicación alienante incentiva la pasibilidad, el conformismo y el individualismo de las masas.

Cuando el principal objetivo de la comunicación es establecer en las audiencias el oscurantismo para evitar la comprensión de determinados hechos, situaciones, temas o realidades que perjudican aspectos específicos de su personalidad, se incurre en una vil alienación mental, la cual se manifiesta anulando la personalidad individual, confusión del raciocinio, incoherencias al pensar, decidir, al actuar y al hablar. La comunicación sustentada en el oscurantismo nubla las mentes de las audiencias, impidiendo con ello la posibilidad de que puedan tomar decisiones que favorezca sus intereses y que perjudiquen las riquezas y el estado de confort de la élite dominante.

La comunicación sustentada en el conocimiento, no la que promueve el oscurantismo a través de sus múltiples mensajes, tiene por delante muchos desafíos. Por ejemplo, facilitar que las personas aprendan a vivir en comunidad, contribuir a crear una cultura de paz y de diálogo, contrarrestar la idiotización de las masas, curar la epidemia actual de la desinformación, facilitar el desarrollo y los cambios sociales, contribuir a humanizar los climas laborales de las empresas, no usar la distracción y la posverdad como estrategias para perjudicar el bien común, no promover hábitos alimenticios que dañan la salud, evitar incentivar el consumo irresponsable, minimizar los efectos del calentamiento global, dejar de ser plataforma legitimadora de datos procedentes de encuestas falsas, renunciar a la práctica de adjudicarles a candidatos políticos cualidades que no poseen, buscando con ello manipular la decisión de los electores.
La comunicación no puede seguir siendo un medio solo para generar riquezas y aumentar la cuota de poder a favor de los intereses de la élite dominante. Hoy o mañana, hay que lograr que los dueños de los grandes grupos de comunicación permitan que estas poderosas plataformas mediáticas faciliten el conocimiento sano y útil de las audiencias locales, regionales y mundiales. Es decir, comunicación que ayude a las personas a que aprendan a vivir juntas para: participar y cooperar entre ellas, comprender y escuchar a los demás, abordar los conflictos a través del diálogo, vivir el pluralismo, la comprensión y la paz. En fin, una comunicación que enseñe a las masas a convivir en armonía con los recursos naturales no renovables y a respetar las leyes y normas, como garantía para asegurar la convivencia democrática y la sostenibilidad del bien común.

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