Comunicación y percepción

Comunicación y percepción

HAMLET HERMANN
La comunicación entre humanos es más complicada de lo que pudiera suponerse. No basta con lo que alguien pudiera decir sino lo que pudieran interpretar los que escuchan. El que habla se expresa en un código basado en el idioma español. Además, parte del supuesto de que los demás lo interpretarán de acuerdo con sus intenciones. Sin embargo, no siempre ocurre así. Del otro lado están los que escuchan, quienes tienen que descodificar ese mensaje. Mucho tiene que ver si la relación entre esos es habitual y de confianza o es apenas casual y esporádica. Entre personas acostumbradas a comunicarse se da un intercambio como el de un pitcher y un catcher del mismo equipo de beisbol o como el que se genera entre dos “frentes” en el juego del dominó.

Entre estos habituales sobran las palabras y predomina la entonación del mensaje y el lenguaje corporal. Una mirada, una mano que disimuladamente se mueve o un cambio en el ritmo de la respiración llevan implícitos un mensaje más amplio e intenso que las palabras que pudieran estar inscritas en el diccionario de la Real Academia.

Este proceso de codificación del lenguaje y de la descodificación es la clave para que las personas que ostentan una posición de poder puedan evadir su responsabilidad cuando imparten una orden que, en caso de ser cumplida, conlleva violaciones a la ley. Investigaciones históricas han podido comprobar de qué manera impartían las órdenes gobernantes como Trujillo y Balaguer. Las condenas a muerte no se hacían de manera explícita sino de forma codificada. Frente a un tribunal de justicia ninguno de esos mandatarios podía ser condenado porque nada habían dicho explícitamente. Si a Trujillo se le ocurría decir: “Y ese hombre está vivo todavía” las mentes de los generales Federico  Fiallo, Fausto Caamaño y Ludovino Fernández descodificaban esa expresión como “a ese hombre hay que matarlo”. Por eso algunos trujillistas nostálgicos y trasnochados tratan de exculpar a “El Jefe” de cuanto crimen cometieron sus sicarios aunque el los haya ordenado a su manera.

Lo mismo ocurría con Balaguer. Desde la Presidencia de la República podía decir con un enojo aparente: “Ese hombre me impide gobernar este país”.  O podía también gritar, al tiempo que golpeaba el escritorio: “Aquí no hay una cárcel tan grande como para meter preso a ese hombre”. Y así Orlando Martínez y Francisco Caamaño caían asesinados producto de la farsa de codificación y descodificación entre Balaguer y sus “incontrolables”.

Es por eso que para entender plenamente cualquier asunto no podemos llevarnos solo de lo explícito en un mensaje sino de lo que la costumbre ha hecho ley. Asimismo, el nivel intelectual de quien descodifica el mensaje tiene mucho que ver con su interpretación.  Qué puede esperarse de un sargento a quien un general le dice: “Póngase a las órdenes de este señor y cumpla con todo lo que él le diga”. Quien imparte ese tipo de orden debe haber supuesto que el suboficial debía subordinarse a otro mientras se mantuviera dentro del marco de la ley. Pero el descodificador de bajo nivel intelectual pudiera interpretar que “todo” quiere decir “todo” aun cuando se incurra en violaciones a las normas legales establecidas en la sociedad dominicana. ¿Cuántas veces no habrá visto ese sargento que dentro de los cuerpos armados se cometen enormes abusos y el que los comete nunca es sancionado porque tiene el respaldo de los superiores? ¿Hasta dónde podría llegar el cumplimiento de ese “todo” si la subordinación con sus nuevos jefes va acompañada de gratificaciones de decenas de miles de pesos y abundantes materiales de construcción para que levante “su casita”? No cabe duda que en el proceso de descodificación, la impunidad se supone como asegurada. Aun cuando el general no haya siquiera pensado en eso.

Evidentemente, la percepción de los hechos tiene más peso que el hecho mismo. Puesto que las órdenes vienen codificadas, la descodificación asume de manera soberana los acontecimientos que ocurran en lo adelante. Y en eso tienen los codificadores la mejor coartada, mientas los descodificadores quedan enganchados “como perico en la estaca”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas