Indiscutiblemente que la comunicación es vital en todas las esferas de la vida. Una definición elemental dice que comunicare es “compartir, difundir o dar a conocer alguna información o mensaje y que requiere de la buena comprensión del receptor”.

El objetivo es influir sobre la persona para que tome alguna determinación o para que esté consciente de algo.

Y cuando hablamos de valores nos estamos refiriendo a las normas éticas, morales y, hasta, espirituales que son necesarias para vivir en la sociedad de manera armónica y pacífica.

Esto nos permite ver lo importante que es relacionar estos elementos con algo tan vital para nuestras vidas como lo es la familia.

Vivimos en un tiempo cuando los antivalores están ganando cada vez más espacio.

Es una tendencia altamente preocupante que se aprecia en el cine, en la música, en la literatura y en casi todo lo que ejerce influencia en el comportamiento humano.

Cada vez son más débiles las políticas y las medidas públicas destinadas a preservar lo moral y lo de buena conducta.

Ante esta triste realidad, los padres deben tratar de ser ellos los vigías de sus hijos a los fines de evitar la contaminación de su conducta y para, al mismo tiempo, transmitir ellos lo que sí constituyen los verdaderos patrones.

Dios ordenó a Moisés aconsejar a los padres en el pueblo a enseñar, recordar y a transmitir todo lo que el Señor les había ordenado a los fines de preservar los valores de su fe.

En el libro de los Proverbios se afirma que si se instruye al niño en la buena orientación, aún cuando fuere viejo no se apartará de ella (22:6).

Hay que combinar los éxitos de la vida con una familia bien sana.