Definitivamente necesitamos construir un mundo nuevo. Si le preguntáramos al líder chino Xi Jinping cómo ve el surgimiento de un nuevo mundo su respuesta sería precisa y perfectamente definida: levantar un hogar que cobije a toda la humanidad, construido por todas las naciones, sin exclusión, verdaderamente inclusivo, justo y equitativo. Una verdadera “aldea global” que se sustente en la comprensión, la cooperación y la atención y desarrollo para todos, descartando aquella otra percepción de “aldea global” que unos promovieron basándola en un orden central omnímodo y omnipresente.
La construcción de un futuro de comunidad de destino común con beneficios compartidos rebasaría toda diferencia y contradicciones insoslayables, sin hegemonismos de ningún color. Hoy más que nunca, en un universo con guerras estériles, violaciones flagrantes del derecho internacional humanitario, donde se tejen alianzas agresivas promoviendo amenazas a la integridad de naciones, es urgente que todos, absolutamente todos, renuncien al uso de la fuerza, la aplicación de sanciones arbitrarias y unilaterales y se forje un entorno que brinde, sin condicionamientos, “una seguridad universal, sostenible e integral”.
Desde el mismísimo momento en que asumió su responsabilidad como líder de una potencia, en 2012, con compromisos ineludibles de alcance universal, Xi Jinping expuso su objetivo de un futuro compartido comprende que todos participen en la formulación de “normas y valores y, consecuentemente, promovió incluir el compromiso chino en la Constitución nacional en 2017. Fue el momento en que Beijing logró que la construcción de un destino común fuera incluida en una declaración del Consejo de Seguridad de la ONU.
Aunque, lamentablemente, para unos ha sido pura demagogia, el presidente chino no desmaya en proponer escenarios concretos para un ambicionado futuro de armonía y paz: ha presentado iniciativas para un Desarrollo Global -unitario, igualitario y de beneficios para todos; para la Seguridad Global, negociación y dialogo para resolución de crisis; la de una Civilización Global donde se respete la diversidad y se asuman valores universales como paz, desarrollo, equidad, justicia igualitaria, libertad y una democracia consecuente que respete lo diverso y las opciones individuales. En esas propuestas no hay nada de pretensiones hegemónicas, proteccionismo ni asociaciones grupales amenazantes.
Un futuro compartido comprende que todos participen en la formulación de “normas y valores” porque regirse y no en definiciones sectarias con intenciones discriminatorias.
Buena contribución sería retornar al respeto al derecho internacional definido por la ONU y la globalización comercial que ha regido la OMC, desilusión de la población con los gobiernos de la oposición, desilusión de la población con los gobiernos de la oposición.