Con aires de modernidad

Con aires de modernidad

SUCRE VÁSQUEZ
Con aires de modernidad, el acaudalado ingeniero Miguel Vargas Maldonado ha despertado las esperanzas en el legendario Partido Revolucionario Dominicano (PRD), principal organización política de la oposición en la República Dominicana, y que ha sido apabullado en las últimas dos elecciones, la presidencial del 2004 y las municipales del 2006, por el presidente Leonel Fernández, que ahora vuelve en busca de la reelección.

Vargas Maldonado, egresado del Recinto Universitario de Mayagüez en 1973, viajó a Puerto Rico más en busca de apoyo y contactos logísticos, que de aportaciones económicas; sin embargo, sus simpatizantes en la isla lograron reunir una aportación cercana a los $100 mil. Fue recibido en su «alma máter» en Mayagüez y por el Gobernador Aníbal Acevedo Vilá, proyectando con éxito, entre los puertorriqueños, su figura ecuánime y moderna, con sesgos que reniegan el populismo tradicional de los simpatizantes, la masa típica del PRD.

Como político al fin, Vargas Maldonado promete nuevos horizontes, y ataca, sin coherencia, la administración de gobierno del Presidente Fernández. Aunque de primera instancia dijo en conferencia de prensa que no tiene un programa definitivo de Gobierno, que hasta ahora son apuntes, dando espacio para escuchar y adoptar posiciones convenientes, luce pálida su argumentación contra las ejecutorias del incumbente, cuando critica los éxitos económicos de Fernández, reconocidos por instituciones como el FMI y el Banco Interamericano, y utiliza  como blanco de ataque el Metro de Santo Domingo, que se construye a un costo aproximado de $1,500 millones de dólares, con una extensión de 14 kilómetros, de los cuales diez  serán soterrados hasta el río Isabela, en el sentido de sur a norte, y cuatro serán cubiertos con un tren ligero, montado en una plataforma aérea. La construcción del tren, la obra más grande en toda la historia de la República Dominicana, ha dado empleos a miles de obreros, y hay contratadas unas 105 compañías nacionales y extranjeras. Une de norte a sur al poblado de Villa Mella con el emblemático sector de La Feria, en la parte baja de la ciudad, frente al mar Caribe, y operará como eje para modernizar el caótico sistema de transporte público de la capital dominicana, una ciudad de cuatro millones de habitantes.

Vargas Maldonado proyecta mesura, juicio y capacidad, pero su marcha al Palacio parece estar amarrada por el lastre, el fantasma, de su otrora padrino político, el ingeniero Hipólito Mejía, y por otra se enfrenta a la capacidad política y de negociación que caracteriza al Presidente Fernández, quien suele complacerse con la comparación frecuente de sus estilos con el lado brillante del extinto caudillo conservador, el Dr. Joaquín Balaguer, que aún a cinco años de su muerte, a los 91, persiste como un referente en la vida pública dominicana.

Los partidarios de Vargas Maldonado han vestido con ropas nuevas al viejo «tigre» que subyace en el militante tradicional del PRD, un partido lleno de glorias y de vocación democrática, pero con la afrenta de un populismo trasnochado y administraciones que han sido una vergüenza para líderes de honor y pureza como el extinto Dr. José Francisco Peña Gómez.

En su viaje a Puerto Rico y en anteriores visitas a Europa y los Estados Unidos, Vargas Maldonado, ejemplo personal de superación, sencillez y amabilidad, ha tenido buen éxito en presentar la nueva cara del Partido Revolucionario Dominicano, y aunque su jornada para derrotar al presidente Fernández parece desde ya fracasada, según las encuestas independientes, su liderazgo es una reserva para mantener a la entidad con principalía en la oposición política dominicana, a pesar de la aplastante derrota que le infligió el presidente Fernández y su Partido de la Liberación Dominicana en las pasadas elecciones municipales y congresionales del 2006.

Sin embargo, en política nada está escrito en piedra. Por eso, Fernández debe proceder tomando en cuenta la fortaleza de Vargas Maldonado como candidato y hacer lo posible por controlar los viejos demonios de la corrupción, la estrechez económica de la gente ordinaria, aproximarse a un milagro con la luz eléctrica y sofocar la criminalidad. La tarea es ardua y el tiempo apremia.

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