Con Bosch: Ferreira y yo

Con Bosch: Ferreira y yo

JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
Durante los siete meses del civilizado y democrático gobierno del ilustre profesor don Juan Bosch, por la emisora estatal en radio y televisión para las presentaciones, en las maestrías de ceremonias estuvimos el compañero José Andrés Rodríguez Ferreira (Jahr Ferreira) y yo, que todavía me sigo llamando José Antonio Núñez Fernández. En las disertaciones del presidente en el Palacio Nacional, sobremanera me agradó cuando una noche don Juan, con la mano derecha tocó la mesa y subrayó de manera enfática: «Mientras nosotros estemos en la presidencia de la República, nadie nos verá de rodillas, ni frente a Washington ni ante Moscú».

Bien presente en mi mente tengo la noche de gala en que nos tocó a Ferreira y a mí comparecer al Palacio de Bellas Artes para la presentación frente al Presidente del fabuloso concierto del genial violonchelista maestro Pablo (Pau) Casals. Esa regia noche, loando al músico de El Vendrell, hablamos de su oratorio «El Pesebre», de su repertorio con las suites de Juan Sebastián Bach y de las danzas catalanas llamadas sardanas.

Con el presidente Bosch estuvimos el 30 de marzo, en el aniversario 119 de la épica jornada del 1844. Estando en el Parque Imbert, antiguo «Fuerte Dios», no olvido estas palabras del presidente: «En este día grande de la patria a mi lado tengo al general Antonio Imbert Barrera, quien es un descendiente directo del general José María Imbert, héroe máximo de la batalla del 30 de marzo del 1844. Señores: en esta gloriosa fecha resulta oportuno tocar el asunto de la injusta tenencia de la tierra. Miles de campesinos no tienen tierra y en verdad se hace necesario enfrentar la reforma agraria. El PRD tiene por delante ese ineludible compromiso histórico». Ahí ocurrió algo inesperado. Un mozalbete que se encontraba a corta distancia del disertante, gritó estentóreamente: «Eso no es así, mentira. Es el 14 de Junio que va a realizar aquí la reforma agraria».

Don Juan se silenció y se puso rojo como un jitomate mexicano. Entonces Jahr Ferreira, que tenía avanzados estudios del «Seminario Conciliar», con habilidad clerical amonestó al imprudente jovenzuelo y le dio una excusa al señor presidente. Don Juan retomó el curso de sus palabras, y no pasó nada. Otra memorable tarea que honrosamente nos tocó a Ferreira y a mí fue el 29 de abril del año de la decencia gubernamental. Propiamente el día que en el Congreso Nacional se puso en vigencia la Constitución del 1963, la más justa, la más avanzada, la mejor que la nación dominicana hasta ahora ha tenido.

Lamentablemente, los golpistas del 25 de septiembre lo dañaron aquí todo. Ellos se empeñaron en conjugar los peores calificativos del absurdo: «malandrín y cretino».

Ellos, como férvidos amantes de la gramática parda, hija mimada de su inmoral marrullería, mataron el gran ensayo que fue el gobierno pro pueblo de don Juan Bosch. Los golpistas de septiembre provocaron la guerra de abril. Por su culpa nos hoyaron las ferradas botas extranjeras de los invasores del 28 de abril de 1965. Y por su grandísima culpa murieron cinco mil dominicanos.

Termino diciendo que de una cosa estoy en la certeza más absoluta. Hace muchos años que no veo al querido compañero José Andrés Rodríguez Ferreira (Jahr Ferreira); pero bien sé que donde quiera que se encuentre satisfecho está a plenitud de haber realizado la maestría de su concienzuda, docta y decente locución. Una locución histórica al servicio del gobierno «sietemesino» del glorioso profesor don Juan Bosch. Gobierno ejemplar que hace 42 años que asfixiaron y tumbaron los contrabandistas, los falsos cristianos, verdaderos templarios de Belcebú… y los que no saben caminar si no es apoyándose en los bastones y en las muletas que les fabrican los testaferros de adentro y los amos armipotentes de afuera.

A despecho de fariseos, de sayones y de escribas, verdaderos sepulcros blanqueados; Jahr Ferreira y yo, que todavía me sigo llamando José Antonio Núñez Fernández, viejos ya es cierto, también desamparados y olvidados, sin casa, sin fortuna y sin pensión alguna, tras 42 años de golpismo ramplón, no hemos sido ni colaboracionistas, ni cipayos, ni sicofantes. Todavía somos parte de la patria ingrata y ella, la patria, todavía sigue siendo parte de nosotros.

Un saludo del alma para José Andrés Rodríguez Ferreria (Jahr Ferreira)… donde quiera que se encuentre.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas