Cuanta alegría en todos los sectores del país por la inauguración del Paseo Casandra Damirón, abierto el lunes por el Ayuntamiento del Distrito Nacional en la avenida Winston Churchill de la Capital. Entre las avenidas Sarasota y Bolívar se levanta imponente la estatua de Casandra, rodeada de la Galería de Soberanos. Es una figura de bronce que recuerda la silueta de la bailarina, cantante y folclorista, con una altura de 16 a 18 pies sobre un pedestal en mármol.  A esto se suma que el Ayuntamiento remodeló el arbolado de la zona, las aceras y los contenes. Fueron colocadas nuevas y modernas luminarias y bancos. Además se dispuso vigilancia permanente para la guarda y custodia de la estatua, porque si no es así, adiós al monumento.

De pastillas

Así quedan los directivos y organizadores de los premios Casandra después del agotador ceremonial. Pues si al stress que produce hacer un espectáculo de esa magnitud se suma la cantidad de personas que tratan de conseguir una o varias boletas para el Teatro Nacional, entonces hay que internar a varios. Los teléfonos  de Acroarte tuvieron que ser desconectados en la recta final del ceremonial, debido a que iban a explotar, tanto los teléfonos como los organizadores.

La presión

Cuando corrió la noticia de que el presidente de la república, Leonel Fernández entregaría anoche El Soberano, ahí fue que la pintura se puso dura, pues los funcionarios del gobierno comenzaron a llamar a los directivos de Acroarte y a las oficinas forzando para que se le cedieran boletas o al menos fueran acreditados como si fueran miembros de la prensa. ¡Qué lío!

No hay para tantos

Y es que lamentablemente ya el Teatro Nacional Eduardo Brito le queda pequeño a los premios Casandra. Solo con los nominados, los invitados internacionales y los miembros de Acroarte, tiene para llenarse las 1,500 localidades de la sala principal (mil en platea y 500 en balcón). Habrá que buscar un escenario de mayor capacidad con miles de asientos para mucha gente, como en los premios Lo Nuestro o Bilboard.