Con el enemigo en casa

Con el enemigo en casa

La penetración del negocio de las drogas en las instituciones públicas es un desafío que tenemos que encarar con firmeza y decisión, a menos que queramos ver sucumbir nuestra institucionalidad.

La más reciente señal de alarma nos la da el hallazgo de un laboratorio de procesamiento de drogas en el segundo nivel de un edificio que alojaba en su planta inferior un destacamento de la Policía Nacional.

Se da por descontado que la complicidad de policías garantizaba la impunidad de las operaciones de este laboratorio.

El otro motivo de alarma es la captura, en Nagua, de un sargento del Ejército Nacional que servía de protector a narcotraficantes.

También horroriza la frecuencia con que policías y militares se ven involucrados  en acciones criminales, en las que participan indistintamente como cerebros y protagonistas o como cómplices.

Por suerte, el descubrimiento de estas implicaciones envía una clara señal, en el sentido de que los mandos superiores de instituciones de seguridad del Estado no cejan en el esfuerzo de aislar y segregar a gente vendida al enemigo.

Lo que horroriza es que el gran poder económico del narcotráfico haya logrado penetrar a destacamentos policiales y cuarteles militares, en una ofensiva que no es de estos tiempos.

Lo menos que se puede pedir es que el Estado afine cada vez mejor sus medios de prevención y detección de casos de infiltración del narcotráfico en sus organismos de seguridad.

Que se mejoren las técnicas para hacer una buena selección de las personas a las cuales se va a encargar de ejercer algún tipo de autoridad.

Hay que proceder con  extremo cuidado y  con la convicción de que estamos viviendo con el enemigo en casa.

Hambre

 El índice de subnutrición -que significa hambre, en lenguaje llano- es en la República Dominicana de un 27%, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Esto significa que más de una cuarta parte de la población dominicana no se está alimentando como corresponde para que el organismo funcione  de la mejor manera, pueda desarrollar sus potencialidades y resistir el ataque constante de las enfermedades.

Veintisiete por ciento de malnutridos es una cifra muy alta para un país que exhibe deslumbrantes índices de crecimiento económico y progreso tecnológico.

En ese veintisiete por ciento hay mucha gente que llena el estómago, pero no se nutre, y ni dudar de que haya quienes ni siquiera pueden llenar el estómago con la frecuencia que deberían hacerlo.

Uno de nuestros compromisos, en materia de Objetivos del Milenio, es superar el hambre, la malnutrición, y reducir la brecha entre los que comen bien y los que no pueden hacerlo.

A juzgar por la advertencia de la FAO, en el sentido de que la República Dominicana debe hacer un esfuerzo extra por la alimentación de la gente, nos hemos quedado rezagados en este compromiso, que más que ante la ONU, en realidad es ante nuestra propia gente.

No parece que tenga caso para un país tener un crecimiento económico que queda atrapado en los papeles del Banco Central y los discursos políticos, pero que  no se desparrama en bien de la población.

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