Con el espíritu de Abril

Con el espíritu de Abril

En aquellos días gloriosos fuimos los menos, pero no es extraño. Los trinitarios eran un pequeño grupo de jóvenes que trabajaron para hacer la Patria.
Aquella tarde, hasta los limpiabotas habían abandonado la plaza de la Independencia. El lugar estaba vacío, desolado. La convocatoria era para las cuatro. Un derroche de prudencia y un mucho de temor, dominaban el momento.
Cleofe Pichardo vino de Moca a participar en el mitin. Mi Miriam, Cleofe y yo llegamos al parque y hallamos que solo el viento y el canto de algunas avecillas poblaban el lugar.
Comentamos que descorrer las cortinas del miedo iba a ser difícil. A poco, como cuando la orquesta inicia la obertura y se produce el milagro de la música, el parque se llenó de gente.
Igual ocurrió la mañana del 4 de mayo de 1965. Salimos unos pocos, desde la Pina esquina Canela, acompañando al Presidente Francisco Alberto Caamaño Deñó a su juramentación y cuando llegamos al parque había varios cientos de personas.
En realidad unos pocos miles de personas respaldaron sin descanso el Movimiento Constitucionalista y luego el Gobierno en Armas. Siempre supimos que la mayoría de la gente asumió posiciones disímiles desde quienes deseaban que nos barrieran con la metralla de los militares, hasta quienes, en minoría, apoyaban de manera irrestricta la lucha que librábamos por el autogobierno, por la soberanía, por la independencia, por el derecho a vivir sin temor bajo un régimen verdaderamente democrático.
Abril de 1965 fue la realización, despiertos, del sueño de mi generación de imitar a los grandes héroes de la Patria, los que hicieron posible la República y la Restauración.
Al final pudimos decir orgullosos: misión cumplida.Pero no, la misión estaba cumplida solo a medias. Faltaba crear la democracia. Faltaba defender en todo terreno, en todo lugar, bajo cualquier circunstancia los grandes principios normados por el lema nacional: Dios, Patria y Libertad.
Entonces se inició una dura etapa de luchar contra el odio y la venganza de aquellos que no tuvieron el coraje de enfrentarnos, de los que respaldaron a los invasores extranjeros, de los que se acogieron a la sombra del poder político, económico y militar de los norteamericanos.
Y nos fuimos a la nueva batalla. A luchar por la construcción de la democracia.
Siempre me pregunto ¿en qué lugar dejamos olvidada el hacha de la guerra?¿Hicimos bien? ¿Fue que nos descuidamos?
Lo cierto es que el cambio producido en la sociedad dominicana es tan hondo, tan profundo, tan desquiciante, que se le ocurre a un senador norteamericano realizar una intervención, al descubierto, en los asuntos nacionales y, en el colmo de la abyección, la misma ha encontrado hasta defensores de injerencia, de esa declaración anti dominicana. ¡Qué vergüenza!